El drama migratorio en el Tapón del Darién: expresión de una crisis dentro de la crisis múltiple del capitalismo

Por: María Simón

Al mirar el sistema-mundo del presente, y reflexionar sobre él, numerosos pensadores y pensadoras críticos plantean que hoy el capitalismo se encuentra en una profunda crisis. Algunos sostienen que ante la crisis actual no se trata únicamente de las aún insuperables consecuencias de la crisis financiera de 2007, 2008 y 2009. De esta manera por ejemplo Samir Amin, citado por Borón (2014) plantea que no se trata de una crisis capitalista, sino de una crisis del capitalismo. Amin (2002) habla igualmente de la “senilidad del sistema capitalista“, no significando ello un pronto y seguro final del mismo, sino por el contrario implica “una renovada violencia, con la cual el sistema trata, de todos modos, de resistir en el tiempo, aún al costo de imponerle a la humanidad una barbarie atroz“ (Amin, 2002, p.2).

Bolívar Echeverría (2008) la caracteriza como “crisis civilizatoria“. También Jorge Beinstein planteaba algo similar. En palabras de resumen de Néstor Kohan: 

La crisis actual, sostenía Jorge Beinstein, constituye una crisis sistémica civilizatoria, en su conjunto, esto es, la conjunción y superposición de múltiples crisis, desiguales pero coexistentes y combinadas a escala mundial. (Kohan, 2019, sin número de página).

Igualmente Kohan (2019) hace referencia a que la crisis financiera era enfatizada por Beinstein en el marco de la crisis múltiple del capitalismo como época histórica y paradigma civilizatorio.

Beinstein (2009) señalaba también la crisis energética, y la ambiental, así como una hipertrofia militar dinamizada especialmente por unos EE.UU. en crisis hegemónica de su poder imperialista, la cual causa guerras y caos alrededor del mundo. La pandemia por la Covid-19 ha agregado un elemento más a estas situaciones críticas. 

Estos últimos aspectos, la crisis alimentaria, la ambiental, así como las guerras y el caos imperialista, se relacionan a su vez con la crisis de las migraciones, que es el tema del presente artículo. 

A diario personas alrededor del mundo se ven obligadas a abandonar sus hogares, sus tierras, como consecuencia de guerras, o de condiciones socio-económicas o ambientales sumamente complejas. Persecución, hambre, falta de trabajo u oportunidades de estudio, desastres naturales u otras problemáticas ambientales, entre muchos otros fenómenos, así como procesos de acumulación por despojo que le arrebatan a las comunidades sus territorios, arrojan diariamente a mujeres, hombres, niñas y niños, a la migración.

Sobre esta crisis de la migración es importante entender que, más que un tema cuantitativo (así las cifras en muchos ejemplos sean contundentes) su gravedad radica en las situaciones inhumanas y las graves condiciones de inseguridad que en muchos casos rodean estos procesos migratorios. 

De esta manera, según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) de las Naciones Unidas, en 2020 había en el mundo aproximadamente 281 millones de migrantes internacionales, una cifra equivalente sólo al 3,6% de la población mundial.

Esta misma institución indica que una gran parte de las personas que migran no cruzan fronteras internacionales, sino que permanecen dentro de sus países. Para 2009 se estimaba que había 740 millones de migrantes internos.

En su reporte de 2020 sobre migraciones en el mundo la OIM expresa que: 

La enorme mayoría de las personas que migran a otros países lo hacen por motivos relacionados con el trabajo, la familia o los estudios, en procesos migratorios que, en su mayor parte, no son fuentes de problemas ni para los migrantes ni para los países que los acogen. Sin embargo, otras personas abandonan sus hogares y sus países por una serie de razones imperiosas y a veces trágicas, por ejemplo por conflictos, persecuciones o desastres. Aunque las personas desplazadas, como los refugiados y los desplazados internos, representan un porcentaje relativamente bajo del total de migrantes, suelen ser los más necesitados de asistencia y apoyo.

A estas informaciones y cifras es necesario darles su cara humana. “Hay algo que explicar antes de embutir la vida de la gente en un cuadro estadístico” dijo el sociólogo Alfredo Molano Bravo, al recibir en 2017 el premio “Clacso 50 años”. Y esto es posible y necesario si por ejemplo dirigimos la mirada hacia algunos de los llamados “corredores migratorios” y las situaciones dramáticas que en éstos suceden. 

Un doloroso caso es el de las y los migrantes que desde el continente africano intentan cruzar el Mediterráneo para llegar a Europa. A finales de julio de 2021 el portavoz de la OIM Paul Dillon informó que solamente en lo que iba del año aproximadamente 970 migrantes irregulares habían muerto en este corredor migratorio. Según la ONG Caminando Fronteras esta cifra podría ser mucho más alta. Además, en base a sus investigaciones, la gran mayoría de los cuerpos de estos migrantes nunca son encontrados. Esta ONG también ha podido constatar el rol nefasto del control migratorio, específicamente en el Estrecho de Gibraltar, y ha denunciado su responsabilidad en el balance de víctimas mortales, a través de unas «prácticas políticas orientadas a causar la muerte de quienes se mueven por la frontera”Algunos de los refugiados y las refugiadas que logran llegar a Europa se ven obligados a permanecer en precarios campamentos, donde se vive en pésimas condiciones y bajo hacinamiento. Un triste ejemplo de ello ha sido el campamento de refugiados Moria, en la isla griega de Lesbos, que fue denominado como “el infierno” por parte de los refugiados que lo habitaban. En septiembre de 2020, en plena pandemia y ante la llegada del invierno, este campamento se incendió, arrebatándole a las personas que allí vivían lo poco que tenían. Cerca de 12.000 personas se vieron afectadas. Éstas fueron llevadas a un campamento de emergencia, en el que viven en carpas hasta el día de hoy. Actualmente hay alrededor de 3.500 refugiadas y refugiados en Lesbos.

Otro ejemplo es el de las personas de Sur y Centro América y el Caribe que intentan llegar a los EE.UU. Hace apenas pocas semanas se publicaron en diferentes medios indignantes imágenes de agentes fronterizos estadounidenses, que a caballo perseguían y maltrataban a migrantes, la mayoría de éstos provenientes de Haití, que intentaban cruzar desde el lado mexicano.

Una nota de BBC News señala que las escenas se produjeron en medio de una nueva crisis de migración en esta frontera, que llevó a que hasta 12.000 migrantes, en su mayoría haitianos, fueran retenidos en un campamento improvisado.

Hace también pocos días fue difundida otra noticia estremecedora: el asesinato de un niño de 15 y un joven de 18 años, ambos de nacionalidad venezolana, en la ciudad fronteriza Tibú, en Norte de Santander, Colombia. 

Sin duda estos hechos reflejan la difícil situación de las y los migrantes venezolanos en Colombia, donde han sufrido xenofobia y explotación, pero también es un claro signo de la vigencia del conflicto social y armado colombiano. A pesar del Acuerdo de Paz de La Habana, firmado en 2016 entre el gobierno colombiano de entonces y la guerrilla de las FARC-EP, la naturaleza contrainsurgente y terrorista del Estado sigue intacta, continúan las operaciones de grupos paramilitares, los desplazamientos, las masacres y asesinatos selectivos, así como la persecución a líderes y lideresas sociales del campo y las ciudades, excombatientes de las FARC, etc. 

De hecho, como se menciona en el informe de la OIM de 2020, Colombia es con 5,8 millones el segundo país del mundo en desplazamiento interno a raíz de violencia y conflictos, antecedida solamente por la República Árabe Siria con 6,1 millones. 
Colombia protagoniza hoy también otra grave crisis migratoria. Se trata de los miles de migrantes, en su mayoría haitianos y hatianas, pero también de países africanos, asiáticos y otros, que toman la decisión de cruzar el llamado Tapón del Darién, una densa zona selvática entre Colombia y Panamá de 500.000 hectáreas, para continuar rumbo al Norte e intentar llegar a los EE.UU. Según reportes oficiales por parte de Colombia al menos 90.000 personas han intentado atravesar el Tapón del Darién en lo que va del 2021. En este mismo lapso de tiempo cerca de 50 cuerpos sin vida han sido hallados en el territorio de este difícil paso fronterizo, según funcionarios de la Oficina de Medicina Legal que se encuentran en la región.

En Necoclí, pueblo costero perteneciente a la subregión de Urabá, en el departamento de Antioquia, han quedado estancados miles y miles de migrantes en varias ocasiones del presente año, a la espera de  poder cruzar. Según reportes de medios de comunicación, en el mes de septiembre se calculaba en 10.000 el número de migrantes acumulados en Necoclí.

En varias ocasiones este pequeño pueblo ha colapsado en cuanto a servicios públicos y agua potable, debido al aumento de la población por la presencia de las y los migrantes. Necoclí, como muchos otros pueblos y regiones periféricas de Colombia, ha estado abandonada por el Estado en cuanto a los temas sociales que conciernen a las comunidades. Éstas aprovechan la presencia de las y los migrantes, y ante la falta de otras oportunidades laborales y de sobrevivencia, cobran altos precios por hospedarlos y por comida. Se ha denunciado que a las y los nacionales hatianos se les cobra más caro que a otros. Tampoco se puede dejar de lado la presencia y el poder de grupos narco-paramilitares en la zona.

Algunos de los migrantes que se disponen a atravesar el Darién vivían en otros países como Brasil o Chile, pero ante el deterioro de la situación socio-económica en estos Estados neoliberales en el marco de la pandemia, tomaron la decisión de seguir su búsqueda por una mejor vida. 

Durante el paso por el Darién las y los migrantes deben enfrentar condiciones climáticas muy difíciles, ríos crecidos entre otros, así como el riesgo de graves picaduras de mosquitos y mordeduras de culebras. 

Es frecuente ver familias completas, incluyendo niñas, niños y bebés, cruzando este difícil paso. De hecho la UNICEF (Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia) informó a principios de octubre que el año 2021 ya registra el mayor número de niños y niñas migrantes que cruzan la selva del Darién. “Casi 19.000 niños han cruzado a pie la frontera entre Colombia y Panamá este año“, señaló el ente. 

Igualmente agrega que:

En este denso bosque tropical, las familias de migrantes con niños y niñas están particularmente expuestas a la violencia, incluido el abuso sexual, la trata y la extorsión por parte de bandas criminales. Los niños y niñas que cruzan la selva del Darién también corren el riesgo de contraer diarrea, enfermedades respiratorias, deshidratación y otras dolencias que requieren atención inmediata.

Se ha denunciado que estas bandas criminales de carácter narco-paramilitar utilizan la violencia sexual como instrumento de terror. Nuevamente según UNICEF, entre enero y septiembre de 2021, esta institución registró 29 denuncias por abuso sexual de niñas adolescentes durante la travesía. Pero son muchas más las mujeres que han denunciado violencia sexual.

Además de correr el riesgo de ser víctimas de trata o violencia sexual, muchas y muchos migrantes se ven forzados por narcotraficantes a cargar pesados paquetes de coca durante el viaje, a cambio de ser guiados. Esto lo confirmó el director de la policía colombiana, general Jorge Luis Vargas, en junio del presente año.

Valga recordar que las y los hatianos, que representan una gran porción de la población migrante, se han visto obligados a abandonar su país como consecuencia de la compleja situación social, económica y política, que ha vivido este Estado durante muchos años. Haití históricamente ha sido víctima del saqueo y la imposición colonial e imperialista.

Apenas en julio del presente año, fue asesinado el presidente de Haití Jovenel Moïse, en una operación llevada a cabo por 26 mercenarios colombianos, en su mayoría militares colombianos retirados, que hablaban inglés y poseían entrenamiento en armas sofisticadas, inteligencia y operaciones internacionales, y que fueron parte de unidades contraguerrillera, muchas de ellas financiadas por Estados Unidos, según el perfil descrito entre otros por la BBC.

Este hecho evidenció una vez más a Colombia como un país industria de mercenarios a bajo costo, entrenados en los esquemas y bajo el financiamiento de “lucha contra el narcotráfico y el terrorismo“ de EE.UU., dinámicas que en realidad han sido de una naturaleza profundamente contrainsurgente. 

Como conclusión de la temática migratoria se quiere denunciar el discurso xenofóbico de la derecha aporofóbica alrededor del mundo, que busca satanizar a las y los inmigrantes pobres, y culpabilizarlos de todas las dificultades socio-económicas que viven las poblaciones, las cuales sin embargo son causadas por la injusticia característica del sistema capitalista, y el modelo neoliberal, cada vez más salvajes ante su crisis. Se trata entonces de un tema de clase y no de nacionalidad.


[1]     Fuente: elpais.com/politica/2019/06/25/actualidad/1561450292_606532.html

[2]     Fuente: www.dw.com/es/moria-ardió-hace-un-año-la-gente-sigue-viviendo-en-carpas/a-59115521

[3]     Fuente: www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-58633716

[4]     Datos recogidos en www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-58800345

[5]     Fuente: www.unicef.org/lac/comunicados-prensa/unicef-2021-registra-el-mayor-numero-de-ninos-y-ninas-migrantes-que-cruzan-de-darien-a-eeuu

[6]     Fuente: www.vozdeamerica.com/a/america-latina_peligoso-tapon-darien-panama-para-migrantes/6075686.html

[7]     Fuente: www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-57784827