Mecanismos de vigilancia y espionaje sobre la ciudadanía. ¿Qué hacen con esa información?

Arizona Marcano

«El ser humano es un terminal de corrientes de datos, el resultado de una operación algorítmica. Con este saber se puede influir, controlar y dominar totalmente a las personas”.

Byung-Chul Han

Cada vez que usamos internet cedemos inconscientemente parte de nuestra soberanía personal a un poder que no conoce fronteras ni límites. 

Hoy en día, la marcha constante del avance tecnológico ha creado un vasto imperio de recopilación de datos que mide todos los aspectos de nuestra vida digital y, cada vez más, también nuestra vida fuera de línea. Solo Facebook usa casi cien puntos de datos para dirigir anuncios a usted, desde su estado civil hasta si ha estado de vacaciones últimamente o no. 

Las telecomunicaciones tienen acceso a información extremadamente detallada sobre nuestra ubicación. Apple tiene datos biométricos.

También vigilan cada uno de nuestros movimientos los rastreadores web. La «sincronización de cookies» es una de las formas furtivas en que los anunciantes pueden seguirte por Internet. Básicamente, la sincronización de cookies permite que terceros compartan información de navegación a una escala tan grande que incluso la NSA se aprovecha de ellos con fines de vigilancia.

El reciente crecimiento de las ventas de altavoces inteligentes solo aumentará la variedad de datos que las empresas recopilan y analizan. Amazon y Google han presentado patentes para tecnología que esencialmente les permitiría extraer grabaciones de audio para palabras clave. Los anunciantes podrían dirigirse a usted con pañales antes de que sus familiares y amigos sepan que está esperando un bebé.

Apps y Redes Sociales 

La información de la que dispone la empresa informática Facebook (Meta) servirá para deducir cuál restaurante visitará usted cuando esté de paso en una ciudad, y tan integrado será el sistema que el mesonero le tendrá servido su trago favorito cuando llegue al sitio. Así de preciso será.

Los servicios online gratuitos, las app que no cuestan nada, solo un cebo, no un regalo que hacen media docena de empresas creadas por “jóvenes emprendedores”, que se presentan como personas normales, divertidas, pero que en realidad son la versión mejorada de los magnates que años anteriores forjaban una variante del capitalismo.

A través de estos servicios digitales señalados como básicos por las empresas informáticas, comienza la extracción de datos de la vida de cada una de las personas que utilizan internet, la acumulación de sus comportamientos (cómo se visten, qué películas ven, qué comida consumen, los libros que leen, el deporte que practican, si están trabajando o ya jubilados, entre otros), que serán procesados para armar un festín de predicciones listas para ser transformadas en dinero. 

Muchos de esos ciudadanos, desconocedores de esta realidad, felices con la innovación tecnológica que hace sus vidas más confortables, ceden sin darse cuenta, las puertas de sus casas y su intimidad a estos monopolios que absorben nuestra información y con ella moldean nuestro futuro.

Nuestros datos juegan un papel fundamental en alimentar patrones de comportamiento, pareciendo así como lo mencionamos anteriormente un juego predictivo, pero que en realidad esconde algo más profundo, generar un mercado de futuro comportamiento de las personas

Imagen

Reconocimiento Facial 

El reconocimiento facial es una tecnología capaz de identificar o verificar a un sujeto a través de una imagen, video o cualquier elemento audiovisual de su rostro.

Es una forma de identificación biométrica que se sirve de medidas corporales, en este caso la cara y cabeza, para verificar la identidad de una persona. La tecnología recoge un conjunto de datos biométricos únicos de cada persona asociados a su rostro y expresión facial para identificar, verificar y/o autenticar a un individuo. 

El objetivo del reconocimiento facial, utilizando patrones matemáticos, es encontrar una serie de datos del mismo rostro en un conjunto de imágenes de entrenamiento y colocarlos en una base de datos.

Esta tecnología se vuelve cada año más sofisticada y se utiliza comercialmente como  mecanismo de identificación en lugar de contraseñas.

Con la simbiosis existente entre la inteligencia artificial (IA), el Big Data y Machine Learning, los sistemas de reconocimiento facial funcionan, con lo que se denominan “los más altos estándares de seguridad y fiabilidad”. Sin embargo, esta integración no hace más que aplicar algoritmos y técnicas informáticas para que el proceso pueda aplicarse en tiempo real. 

Internet de las cosas

Las personas, felices con la innovación tecnológica, han abierto las puertas de su casa para que la vigilancia continúe en su refugio más íntimo. El llamado Internet de las Cosas, que ya cuenta con sus primeros escándalos tras convertir a ingenuos juguetes en espías de niños, ha llegado para maravillarnos con sus efectos hipnóticos. «Le digo a Alexa que me apague las luces y las apaga. ¡Es magia!”, relata una usuaria.

Los robots de limpieza conocen el perímetro de las casas, el vehículo detecta si estacionas bien o mal, tu libro electrónico registra qué prefieres leer, si cumpliste tu objetivo diario de lectura y te felicita … Alexa lo sabe todo.

Lo que parecemos no entender es que los aparatos conectados a internet nos ofrecen un panorama oscuro donde la vigilancia queda sellada. No hay soberanía y nos hacen creer que así es.

«El hombre y sus datos se ponen al servicio de internet. Pienso que estoy leyendo un ebook, pero en realidad es el ebook el que me lee a mí», critica el filósofo surcoreano Byung-Chul Han.

¿Vigilancia o invasión de la privacidad?

Para algunos es una preocupación que el reconocimiento facial junto con las cámaras de video omnipresentes, la inteligencia artificial y el análisis de datos, puedan potencialmente utilizarse para la vigilancia masiva, lo que podría restringir la libertad individual. Aunque la tecnología de reconocimiento facial permite a los gobiernos rastrear a los delincuentes, también podría permitirles rastrear a las personas comunes e inocentes en cualquier momento.

El doctor en Filosofía Byung Chul Han compara la nueva observación de los ciudadanos con el sistema del panóptico de la arquitectura carcelaria. «En la cárcel, hay una torre de vigilancia. Los presos no pueden ver nada pero todos son vistos. En la actualidad se establece una vigilancia donde los individuos son vistos pero no tienen sensación de vigilancia, sino de libertad«, explica en su obra La expulsión de lo distinto, que analiza el impacto de la hipercomunicación y la hiperconexión en la sociedad. 

Para el autor la sensación de libertad que brota en los individuos es engañosa: «Las personas se sienten libres y se desnudan voluntariamenate. La libertad no es restringida, sino explotada». Han expone que “la gran diferencia entre internet y la sociedad disciplinaria es que en esta última, la represión se experimenta. Hoy, en cambio, sin que seamos conscientes somos dirigidos y controlados”.

Monetización de nuestra existencia

Si bien los rastreadores web y empresas como Apple y Google recopilan una gran cantidad de datos personales y de comportamiento, son las ballenas del ecosistema de datos (los corredores de datos) quienes crean perfiles cada vez más detallados de casi todo el mundo.

El objetivo de estos corredores de datos, como Experian o Acxiom, es extraer tantos datos personales como sea posible y aplicarlos a los perfiles. Estos datos provienen de una amplia variedad de fuentes. Nuestras compras, historial financiero, actividad en internet e incluso atributos psicográficos que se mezclan con información de registros públicos para crear un expediente sólido. Luego, los perfiles digitales se clasifican en una de las miles de categorías para ayudar a optimizar los esfuerzos publicitarios.

Estamos siendo engañados, en primera instancia cuando cedemos nuestros datos a cambio de un servicio que suele ser hasta trivial, no aporta valor a nuestra existencia y al entregar esos datos estamos contribuyendo a estructurar el mundo que nos están vendiendo. 

Estamos transitando la capitalización y monetización del bien común.