RETOS PARA LA TRANSFORMACIÓN DEL ESTADO EN AMÉRICA LATINA. UNA MIRADA DESDE LA EXPERIENCIA DE LA REVOLUCIÓN BOLIVARIANA
Dr. Eleazar J. Mujica Sánchez[1]
I.- El Estado en la Venezuela del siglo XX fue un Estado amorfo y elitesco
Primeramente, comienzo señalando que al igual que la mercancía, el Estado, no es una realidad ontológica, es decir, no siempre existió. En efecto, el Estado nace de la sociedad, pero solo en el momento en que esta alcanza cierto nivel de desarrollo económico, lo cual tuvo como requisitos previos, entre otros, la propiedad privada y la división de la sociedad en clases, por lo cual, también se está en presencia de una división social del trabajo y está presente una fuerza superior que facilita esa división. De manera que, el Estado nació como producto de las contradicciones internas de la sociedad, siendo estas contradicciones la base de los antagonismos sociales. En virtud de esto, inexorablemente la clase económicamente dominante se convierte también en la clase políticamente dominante, desarrollando medios apropiados para la represión y explotación de la clase oprimida.
Por esto no es casual que ya en el Manifiesto del Partido Comunista (1848), Marx y Engels, planteaban acertadamente que “la historia de todas las sociedades que han existido hasta nuestros días es la historia de la lucha de clases”. Esta máxima del marxismo que se aplica a las sociedades divididas ya en clases tiene su fundamento científico en el análisis del devenir histórico de la humanidad, a partir de la división de la sociedad en clases y la aparición en la escena social de los explotadores y los explotados que establece una relación entre ambos polos humanos, en la que los primeros, por la fuerza del poder y de la ley que ellos mismos han diseñado, formulado y establecido, se han arrogado el derecho de expoliar hasta limites insostenibles a los segundos[2].
En suma, la lucha de clase está condicionada por el antagonismo entre las clases sociales cuyos intereses son opuestos. Las clases dominantes tratan de perpetuar las relaciones de producción y explotación existentes, pues son esas relaciones las que les permiten su existencia como clases privilegiadas. En el caso de nuestra América Latina, actualmente es evidente que el polo de la dominación está integrado por las clases oligárquicas subordinadas a la burguesía imperialista trasnacional, mientras que el polo de la emancipación o de quienes luchan contra las injusticias lo constituyen los trabajadores de la ciudad y el campo, así como también los pueblos indígenas y afrodescendientes, incluidos los sectores medios, las mujeres, los estudiantes, entre otros.
En segundo lugar, en lo moderno, el concepto de Estado Nación refiere desde el primer momento con el acuerdo de Westfalia (1648) la existencia de una población conformada en comunidad social sobre un territorio particular, que reconoce y acepta un poder soberano que emana de la misma. En esta visión juega también un papel predominante la restauración inglesa de 1660, así como la revolución norteamericana de 1776 y también la revolución francesa en 1789. Además, la idea de gobierno civil de Jhon Locke adquirió dimensiones reales, solo con la gran revolución de finales del siglo XVIII, cuando la burguesía logra consolidar su poder en la sociedad.
Huelga señalar que el desarrollo y consolidación de ese Estado burgués logra consolidarse como efecto de varios eventos particulares, tales como la expansión de una economía monetaria capitalista que permite el cobro de impuestos y la creación de ejércitos permanentes, lo cual condujo al desplazamiento de la vieja estructura feudal por el nuevo poder centralizado. Esto era de esperarse pues la formación histórica, económica y social del capitalismo había aparecido a finales del siglo XV y con mayor propiedad desde principios del siglo XVI.
Seguidamente, debo precisar que la sociedad venezolana que sale del siglo XIX, a pesar de toda nuestra gesta libertadora, liderada por Simón Bolívar, carece de un Estado moderno, entendido este en su versión liberal como la entidad cuya administración general retiene el monopolio legítimo de las armas destinadas al ejercicio de la violencia y la coacción física, para el resguardo del orden político y social vigente, cualquiera que sea el mismo, en el interior de un territorio determinado, que cuenta con un Ejército profesional y efectivamente nacional[3].
Desde luego, el Estado moderno, además debe verse como el ente que conduce la política y las relaciones internacionales y, para ello, debe contar con una hacienda pública unificada y un cuerpo burocrático administrativo profesional y estable, incluida una infraestructura institucional. En cambio, entrado el siglo XX, Venezuela es un país diezmado por las enfermedades[4], así como por el analfabetismo, con una economía, si se quiere, feudal o de tipo precapitalista, basada fundamentalmente en la exportación de café y cacao.
Sin embargo, desde 1914 cuando el petróleo ya comienza a jugar un rol más preponderante en la sociedad venezolana y con mayor ímpetu desde 1925 cuando ya el petróleo se constituye en el principal rubro de exportación venezolana y sus ingresos comienzan a regir la economía venezolana, Venezuela logra la construcción de un “modesto” Estado y la unificación del territorio, gracias al petróleo, pero cuya institucionalidad la determinaba Juan Vicente Gómez y sus acólitos a sus ancha, algo así como diría en la Francia del siglo XVII ( 13 de abril de 1655), el joven rey de apenas 16 años, Luis XVI: “ LꞌÉtat, c’ est moi” (Sic), vale decir, “El Estado soy yo” .
De manera que, entre el siglo XIX y siglo XX, Venezuela pasó de ser una sociedad fragmentada, dividida y violenta a otra integrada, y, por consiguiente, aquel Estado con todas sus imperfecciones -que llevó a Mariano Picón Salas a decir que el siglo XX venezolano comienza en 1935, tras la muerte de Gómez el 17 de diciembre de 1935[5]– va a desempeñar el papel principal y “modernizador” de la sociedad venezolana durante el siglo XX.
En consecuencia, la Venezuela petrolera que se posesiona en el siglo XX va a facilitar la superación de las carencias del siglo XIX y primeras décadas del siglo XX, me refiero, muy especialmente, a esa principal carencia como lo fue la de un Estado moderno, cuyas acciones tuvieran un alcance nacional efectivo, capaz de erradicar la fragmentación de la estructura de poder caudillista y que, a la vez, promoviera una “sociedad civil”[6] y política organizada para la participación cívica ampliada, no violenta; un Estado que al compás de los ingentes ingresos petroleros, fuese capaz de orientar sus esfuerzos hacia la conformación de una sociedad que cultivara los valores de la “convivencia pacífica” entre los diversos grupos, sectores y fuerzas sociales. Aunque, la cacareada “convivencia pacífica” y cohesión social no fue tal[7]. El 27 de febrero de 1989 –“El Caracazo”- así como la gesta histórica del 04 de febrero fueron puntos de inflexión.
En honor a la verdad, debe subrayarse que desde el 18 de octubre de 1945 con la instauración del “Trienio Adeco” y el nacimiento del populismo en el país, las instituciones fueron secuestradas. Ciertamente, el populismo en Venezuela nace durante el Trienio Adeco (1945-1948), ensayo político, liderado por Rómulo Betancourt que se instaura luego del derrocamiento de Medina Angarita. En efecto:
…con el golpe de Estado del 18 de octubre de 1945, llega a su fin el intento del régimen medinista de modernizar el Estado venezolano teniendo como referentes los paradigmas de la democracia liberal moderna; y de reorganizar la economía nacional de acuerdo a la dinámica y contenido del capitalismo normal. En su lugar, el ‘ proyecto octubrista’ reafirma, por un lado, el carácter petrolero (en los términos de la especialización propuesta por Estados Unidos en la ‘Carta Económica para las Américas’), parasitario y rentístico de nuestra economía; y, por otro, el proceso de conversión del Estado venezolano sin que se hubiese deslastrado del todo de la herencia gomecista (de su contenido autoritario y oligárquico) en una estructura de poder paternalista y populista, cuyas funciones principales han sido las de operar como mecanismo de distribución de la renta petrolera en favor de una oligarquía improductiva, y de servir de soporte económico e institucional de un sistema político-electoral pervertido y concebido para la manipulación clientelar de la sociedad venezolana (Battaglini, Oscar, 2004:305).
Grosso modo, esta visión populista sustentada en el ingreso petrolero será también la que guiará posteriormente la era “democrática” en el país comprendida entre 1958-1998. Teniendo como principales artífices a Rómulo Betancourt y a Juan Pablo Pérez Alfonzo, quienes, desde luego, tienen una visión suigéneris sobre la siembra del petróleo[8].
En consecuencia, aquel Estado no se guió por los valores y doctrina de nuestros libertadores, por el contrario, con el influjo del ingreso petrolero se consolidó un Estado burgués, elitesco, clasista que, en nombre de una falsa modernidad, buscó siempre privilegiar los intereses de las clases dominantes y también de las transnacionales petroleras en detrimento del interés nacional. Por esa razón, aquellos ingentes ingresos petroleros no se tradujeron en mejoras verdaderas para el pueblo, sino que más bien sirvieron para enriquecer las clases poderosas, mientras la desigualdad y la pobreza crecían estrepitosamente y esto ocurrió con mayor énfasis, paradójicamente, en el periodo de la mal llamada democracia representativa o puntofijista, valga decir, aquella que se apodera del país entre 1958 y 1998.
Indiscutiblemente, fue una dictadura que hizo del Estado que se erigió con los ingresos petroleros, un aparato totalitario que desapareció y asesinó a cientos de jóvenes por pensar diferente. Allí está la historia, allí están los archivos y también los familiares con sus dolores por los crímenes de los años 60, 70, 80 y 90 del siglo pasado, llevados a cabo por los gobiernos de AD y COPEI. El Caracazo, ocurrido el 27 de febrero de 1989 es una viva muestra de ello, más de 3 mil compatriotas asesinados por oponerse a las medidas neoliberales de Carlos Andrés Pérez en su segundo periodo (1989-1993). También se cometieron grandes masacres como la de Cantaura, El Amparo, entre otras que todavía duelen en el alma del pueblo.
En suma, aquel Estado postizo, conjuntamente con su falsa modernización fue una suerte de Politeia[9] que en lo interno privilegió los intereses de clase y uso su poderío para reprimir y oprimir a los sectores populares. En tanto que, en el plano internacional, fue un Estado lacayo a los designios del imperialismo gringo.
Tal situación de indolencia, exclusión social y de clasismo, es lo que va a explicar la llegada del presidente Hugo Chávez al poder el 06 de diciembre de 1998 y, por tanto, el nacimiento de la Revolución Bolivariana que hoy, a pesar de todo el acecho y las sanciones imperiales en contra del pueblo venezolano, como también en contra de la industria petrolera y de la economía nacional, seguimos y seguiremos llevando en nuestros hombros en defensa de las mayorías y, por eso, desde entonces podemos hablar en Venezuela de una verdadera transformación del Estado venezolano. Una transformación en correspondencia, por primera vez, con los preceptos del pensamiento bolivariano.
De allí que ha servido de referencia en este siglo XXI para los pueblos de nuestra América Latina[10]. Reglón seguido, debo subrayar que, en esto el presidente Chávez entregó hasta su vida y hoy el pueblo venezolano contra toda intemperancia, hace sus mayores esfuerzos en alcanzar la unidad de nuestros pueblos latinoamericanos que es una aspiración por encima de una integración acomodaticia y seguro estamos que lo lograremos.
II.- El caso de Venezuela Bolivariana
Sobre el Estado que estamos construyendo desde febrero de 1999 cuando la Revolución Bolivariana se posesiona como Gobierno, en nuestra opinión, la mayor demostración de estos esfuerzos descansa tanto en nuestra Constitución de la República Bolivariana de Venezuela como en los tres Planes Socialistas que el pueblo venezolano ha venido acompañando bajo el liderazgo primero del presidente Hugo Chávez y ahora con el presidente Maduro. Me refiero al Primer Plan Socialista 2007-2013, el segundo Plan Socialista 2013-2019[11] y el actual Plan Socialista 2019-2025 que desde abril de 2019 se hizo Ley con el aval de la entonces Asamblea Nacional Constituyente (ANC) con el objeto de establecer sus parámetros y los del Sistema de Planificación Nacional y Popular, como orientación estratégica, planificación popular y sistemática para el desarrollo económico y social de la Nación y, por ende, buscando el obligatorio cumplimiento por todos los ciudadanos y ciudadanas[12].
Los dos últimos planes, representa una guía más acentuada y elaborada en torno a la construcción del Socialismo en el siglo XXI en comparación con el Primer Plan Socialista de Desarrollo Económico y Social de la Nación 2007-2013. De allí que, el actual Plan socialista viene a constituir una nueva fase dentro de la Revolución Bolivariana. Sin embargo, todos tienen sus raíces en el pensamiento emancipador y revolucionario que plasmara el Comandante Chávez, principalmente, en la Agenda Alterna Bolivariana, por allá en julio de 1996. Desde luego, el ideario político del presidente Chávez antecede esta fecha e incluso la del 4 de febrero de 1992, todo lo cual puede visualizarse en un documento previo, intitulado el “Libro Azul”, en el cual ya se planteaba la necesidad de un proceso constituyente que luego se hará realidad en 1999 y dará nacimiento a la actual Constitución y al Estado y también a la institucionalidad del Gobierno que hoy tenemos en el país.
A propósito, en nuestra Constitución Bolivariana está muy claro desde el mismo año 1999 la intención en nombre de nuestro legado aborigen y también bolivariano de refundar la República para establecer una sociedad democrática, participativa y protagónica, multiétnica y pluricultural en un Estado de justicia, federal y descentralizado, que consolide los valores de la libertad, la independencia, la paz, la solidaridad, el bien común, la integridad territorial, la convivencia y el imperio de la ley para esta y las futuras generaciones; asegure el derecho a la vida, al trabajo, a la cultura, a la educación, a la justicia social y a la igualdad sin discriminación ni subordinación alguna; promueva la cooperación pacífica entre las naciones e impulse y consolide la integración latinoamericana de acuerdo con el principio de no intervención y autodeterminación de los pueblos, la garantía universal e indivisible de los derechos humanos, la democratización de la sociedad internacional, el desarme nuclear, el equilibrio ecológico y los bienes jurídicos ambientales como patrimonio común e irrenunciable de la humanidad.
De hecho, en los primeros artículos de nuestra Constitución esto queda muy claro, toda vez que, en el artículo 1 se indica que “La República Bolivariana de Venezuela es irrevocablemente libre e independiente y fundamenta su patrimonio moral y sus valores de libertad, igualdad, justicia y paz internacional en la doctrina de Simón Bolívar, el Libertador. Son derechos irrenunciables de la Nación la independencia, la libertad, la soberanía, la inmunidad, la integridad territorial y la autodeterminación nacional”.
Asimismo, en el artículo 2 se indica que “Venezuela se constituye en un Estado democrático y social de Derecho y de Justicia, que propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico y de su actuación, la vida, la libertad, la justicia, la igualdad, la solidaridad, la democracia, la responsabilidad social y, en general, la preeminencia de los derechos humanos, la ética y el pluralismo político”.
Mientras que, en el artículo 3 se subraya que, “El Estado tiene como fines esenciales la defensa y el desarrollo de la persona y el respeto a su dignidad, el ejercicio democrático de la voluntad popular, la construcción de una sociedad justa y amante de la paz, la promoción de la prosperidad y bienestar del pueblo y la garantía del cumplimiento de los principios, derechos y deberes reconocidos y consagrados en esta Constitución. La educación y el trabajo son los procesos fundamentales para alcanzar dichos fines”.
Del mismo modo, en el artículo 4 se establece que “La República Bolivariana de Venezuela es un Estado federal descentralizado en los términos consagrados en esta Constitución, y se rige por los principios de integridad territorial, cooperación, solidaridad, concurrencia y corresponsabilidad”.
Adicionalmente, en el artículo 5, se establece que “La soberanía reside intransferiblemente en el pueblo, quien la ejerce directamente en la forma prevista en esta Constitución y en la ley, e indirectamente, mediante el sufragio, por los órganos que ejercen el Poder Público. Los órganos del Estado emanan de la soberanía popular y a ella están sometidos”. Y, por si fuese poco, en el artículo 6 se señala que “El gobierno de la República Bolivariana de Venezuela y de las entidades políticas que la componen es y será siempre democrático, participativo, electivo, descentralizado, alternativo, responsable, pluralista y de mandatos revocables”.
Estos aspectos medulares se encuentran más desarrollados y fortalecidos en los planes de la Patria que se han llevado a cabo y que aún se encuentra en marcha como lo es el tercer Plan Socialista de la Patria 2019-2025. De manera que, seguimos apostando por una transformación participativa y protagónica del Estado y, además, contemplamos la unidad y solidaridad con los pueblos de nuestra América y, más allá, por otro mundo es posible. Venezuela está comprometida, sin duda alguna, con la construcción de una nueva geopolítica mundial y, en ese sentido, reivindicamos la geopolítica de la pluripolaridad[13] y la diplomacia de los pueblos.
El panorama económico de América Latina se modificó en la primera década del siglo XXI al paso de los rápidos cambios en el equilibrio mundial. Dichas transformaciones se verifican en especial en los nuevos socios económicos de la región (enfrentados entre sí), socios entre los cuales se destaca China, sin descartar a los antiguos (los Estados Unidos en primer lugar), que, no obstante, han reducido su peso.
Para algunas de las más importantes economías latinoamericanas, China ha llegado a convertirse en una alternativa sólida, tanto en términos de mercado para las propias materias primas, como preciosa fuente de inversiones, en especial en el campo energético. Los viajes realizados en el transcurso de la década por las más altas autoridades de Beijing a diversos países de la región han abierto el camino a la intensificación de las relaciones con América Latina, cuyos intercambios con China prácticamente se han duplicado, al punto de volverse un socio estratégico para países como la Argentina, Chile, Brasil y Perú. (Zanatta, Loris:2016: 260). Todo ello sucede en el cuadro de un verdadero boom del comercio exterior latinoamericano, el cual se triplicó en los primeros ocho años del siglo por efecto del crecimiento mundial y la apertura comercial de la región. (Ibidem: 260-261).
A propósito, de acuerdo, con el general Vladímir Padrino López, ministro del Poder Popular para la Defensa, “la geopolítica es un método de estudio de la política exterior para entender, explicar y predecir el comportamiento político internacional, a través de variables geográficas. En otras palabras, es la ciencia que estudia la influencia de la geografía (en el sentido más amplio de su definición) en la vida política de los pueblos y en la proyección de su poderío; no en vano, a estos estudios antes de dárseles esta definición se les conoció como la ciencia del Estado, como explicaban Hennig y Körholz (1938, p. 71) en su obra Introducción a la geopolítica. Estos autores alemanes tomaban inalterado el concepto de geopolítica del científico sueco Kjellen[14], quien la entendía como ꞌla influencia de los factores geográficos, en la más amplia acepción de la palabra, sobre el desarrollo político en la vida de los pueblos y Estados’ (Hennig y Körholz: 1938, p. 6)”. (2022: 63)
III.- El reto del Estado nación hoy en un contexto de globalización neoliberal
Hasta ahora, no se ha producido entre los estudiosos del tema de la globalización un consenso para establecer realmente el inicio o nacimiento de este fenómeno, pensamos que, ello obedece a su complejidad, esencialmente porque se trata de un proceso multifacético que se ha ido incubando a lo largo de varias décadas, por no decir siglos. (Mujica Sánchez, Eleazar, 2022a:3).
Por lo cual, esto ha conllevado a que numerosos autores hagan diversas interpretaciones y ubiquen distantemente el inicio cronológico de ella, así encontramos que algunos autores la sitúen con el “Descubrimiento de América”, otros, tan sólo treinta o cuarenta años atrás, en tanto que ciertos estudiosos lo hagan a partir de los años 90 del pasado siglo, tras la caída de los Países Socialista del Este, cuando estos asumen a continuación la dinámica que impone el neoliberalismo, e incluso connotados autores y estudiosos de las ciencias sociales, como Jurgen Habermas, Boaventura de Sousa Santos, Francisco J Laporta, Will Kymicka, y todos los demás firmantes de la Declaración de Granada[15] la conciben sencillamente como un proceso inédito. (Ídem)
En todo caso es evidente que se trata de una nueva fase del capitalismo, iniciado tras el “descubrimiento” de América -como lo previó Marx y Engels en El Manifiesto del partido comunista-y más propiamente desde el siglo XVI, fase que se sustenta en los sustanciales cambios revolucionarios que ha experimentado las tecnologías especialmente de la comunicación y de las finanzas con lo cual se ha ampliado de un modo vertiginoso la interacción en lo económico, social, político y cultural, vale decir, una verdadera cosmovisión que incluye como punta de iceberg la financiarización.
Desde los centros de poderes y bajo el manto ideológico de la globalización neoliberal, vale decir las nuevas formas del capitalismo global y financiero, se nos pretende hacer creer equivocadamente que la única fuente posible de libertad se encuentra en el paradigma liberal, bajo el mercado y la democracia representativa que, sin duda alguna vienen a ser las dos caras de una misma moneda.
La religión o el dogma y tabú del mercado que, por cierto, antecede a Adam Smith[16], se asume en nuestros días como inexorable y la única ruta para organizar a la sociedad en todos sus ámbitos. En efecto, se le ha asumido hasta en los centros de enseñanzas como una cosmovisión y metarelato[17] capaz de garantizar la libertad absoluta del individuo, nada más alejado de la realidad y, a su vez, expresión de sometimiento, alienación y locura del libre mercado. Tal como lo ha subrayado Wallerstein “los liberales siempre han afirmado que el Estado liberal -reformista, legalista y algo libertario- era el único Estado capaz de asegurar la libertad. (2003:4)
Huelga señalar que la ideología del libre mercado desde la caída de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS)[18], pese al fracaso del Consenso de Washington[19], sigue haciendo un arduo esfuerzo en convertir las leyes económicas en leyes naturales, diseñando y empeñada -a pesar del rotundo fracaso en muchas latitudes- en aplicar unas políticas económicas estándar de aplicación universal[20].
Esta cosmovisión ha logrado echar hacia atrás conquistas que parecían irrenunciables, anulando las reglas, multiplicando las desigualdades y repitiendo con mayor frecuencia y profundidad las crisis. La financiarización, y el hiper individualismo posesivo, son sus rasgos más sobresalientes. Sobre el tema de las desigualdades dentro del modelo capitalista es importante subrayar que Amartya Sen, el premio Nobel de Economía en 1998, ha recalcado que comúnmente las hambrunas no son causadas por una falta de alimentos en general, sino por la falta de acceso a los alimentos por parte de los más pobres.
En concreto, esta globalización ha estado creando un tipo de ser humano muy diferente al del pasado: el ser humano que se integra psicológicamente a los mercados, pasando de la economía de mercado a la sociedad de mercado. En consecuencia, el mercado ya no sólo intercambia bienes y capitales. Por lo cual, desde los centros de poderes se arguye que el mercado es quien resuelve de la mejor forma los asuntos políticos y económicos-sociales y acabar con el Estado es la clave para garantizar la construcción de su cosmovisión. Esto viene a legitimar el estudio de la Mercancía con la cual Marx Inicia el primer capítulo de su Tomo I de El Capital, toda vez que Marx advertía la mercantilización progresiva de todas las cosas, incluidos los seres vivos y los humanos. En efecto, esto pone en evidencia el fetichismo de la mercancía, y su secreto, acápite último del capítulo de la Mercancía.
Hoy en día, tanto en nuestra Venezuela como en otros pueblos de nuestra América Latina[21], claramente, las fuerzas de derecha y las potencias imperiales han hecho, hacen y continuarán haciendo todo lo posible, a través de todos los medios legales e ilegales, por detener cualquier proceso emancipador de los pueblos.
Afortunadamente, en Venezuela seguimos resistiendo y vigilante de que el proceso político bolivariano continúe su curso en correspondencia con los valores fundamentales que amalgama el pensamiento bolivariano con el marxismo bajo la perspectiva particular que trazó José Carlos Mariátegui en su método de interpretación marxista de la realidad latinoamericana que incluye el sujeto indígena, de modo que no se queda en el esquema marxista leninista tradicional de proletario/burguesía. En ese sentido, hay que deslastrase de todo populismo y de la cultura petrolera y adeca, así como de las prácticas de corrupciones que le son tan consustanciales en la historia[22].
Por otro lado, quiero advertir y reflexionar en torno a lo que significa la transformación del Estado en este contexto de hoy que Clausewitz[23] decía que la guerra es la continuación de la política por otros medios, y realmente, estaba en lo correcto porque, al final, las armas y las tropas en el fragor del campo de batalla solo cumplen designios políticos, defienden y logran o pierden intereses políticos. Asimismo, Lenin, el gran revolucionario ruso, argumentaba con mayor sabiduría que la política es economía concentrada, es decir, que detrás de toda decisión política, incluida la más extrema que es una guerra[24].
De cualquier manera, lo que deseo subrayar es que lo que está en juego son proyectos, intereses y recursos económico de tal o cual clase social, tal o cual país, tal o cual sector y esto es vital considerarlo, precisarlo, estudiarlo y asumirlo en lo que refiere la transformación del Estado tanto en el caso nuestro como en la unidad de los mismos para enfrentar la voracidad del credo del libre mercado[25] y también las pretensiones de la anacrónica doctrina Monroe, resumida en la expresión “América para los Americanos” o en todo caso como una suerte de panamericanismo cuyo eslogan, puede sintetizarse en América para los norteamericanos”.
No hay duda en afirmar que, el actual gobierno de EEUU, de signo demócrata continuará en su intención al igual que su antecesor Donal Trump (Republicano) por intereses geopolíticos de cerrarle el paso a cualquier proyecto político en la región que contravenga sus intereses imperiales y la propuesta de socialismo en el siglo XXI y de alianzas de Venezuela Bolivariana con otros actores como la República Popular China y Rusia, jamás serán del agrado de la administración estadounidense. Para ellos, América Latina y el Caribe deben seguir comportándose como su patio trasero y todos los Gobiernos de la región deben ser serviles a su administración. Al respecto, conviene aclarar que América Latina, por su historia y cultura, es parte integrante de occidente.
En síntesis, la transformación y soberanía de nuestros Estados solo será posible en la unidad continental e incluso mundial contra las amenazas imperiales que están a la orden del día, pero también contra ese dogma del libre mercado que bajo la globalización pretende que nuestros Estados se pongan de manera lacaya a la cola de los designios imperiales en detrimento de la soberanía de los pueblos. Transformar el Estado pasa entonces por la unidad de nuestros pueblos para luchar juntos. La multipolaridad o pluripolaridad que con valentía hasta el cansancio propuso el presidente Chávez, así como la ruta del socialismo en el siglo XXI[26], sigue vigente.
No obstante, debe quedar claro que el esfuerzo por la transición y transformación del sistema mundial no puede acometerse desde la constitución de un Estado burgués[27]. Por el contrario, el Estado burgués y toda su absurda y monstruosidad burocrática y conservadora institucionalidad se constituye en un real y potencial obstáculo hasta para la transformación interna en Venezuela y, más ampliamente, para Latinoamérica.
Desde luego, quedan abiertas grandes y numerosas interrogantes, como, por ejemplo, ¿qué ocurrirá en este contexto con la clase obrera como sujeto social y económico y, por tanto, como motor de un proceso de emancipación[28]? ¿Hacia dónde y cómo irá el socialismo del siglo XXI? ¿Cuál Estado debe construirse para impulsar el socialismo en el siglo XXI?
¿Cómo puede llevarse a cabo la sustitución del Estado burgués por el Estado revolucionario que exige hoy las nuevas condiciones materiales -objetivas y subjetivas- en este siglo XXI? ¿Cuáles son las posibilidades reales en Venezuela y, más allá, en toda nuestra región, para la construcción del socialismo del siglo XXI? ¿Van las políticas económicas venezolanas -en el marco de una economía regida por el ingreso petrolero- por la ruta del socialismo? ¿Existe un balance sobre esto? ¿En dónde está? ¿Quiénes lo suscribe? ¿Habrá lugar para un debate? ¿Con quiénes?
Sobre estas interrogantes que, a nuestro juicio, forman parte del debate necesario, es importante puntualizar que un trabajo reciente de mi autoría (Desafíos para la construcción del socialismo en el siglo XXI. Una mirada desde la experiencia venezolana), al disertar sobre los retos para la construcción del socialismo en el siglo XXI en Venezuela Bolivariana, he subrayado que:
…con Gramsci, se pone en marcha una nueva estrategia eficiente para luchar por el socialismo y que se expande más allá del proletario como sujeto indiscutible de la revolución y es que Gramsci sugiere luchar en el terreno de las ideas y no circunscribirse a la lucha de clase proletario-burguesía en los términos tradicionales. Ciertamente, la realidad en marcha bajo una globalización neoliberal que cada vez se sustenta en una financiarización del capital, pone en evidencia la no homogeneización y no simplificación de la estructura de clases sociales que descanse en una masa proletaria homogénea que se enfrente a la clase capitalista, todo apunta que el actual desarrollo de las fuerzas productivas que presagian un nuevo paradigma industrial[29] ha hecho más compleja la estructura de clases, sin negar que la dualidad capital-trabajo siga en marcha. Esto nos debe llevar a un profundo debate sobre el socialismo y sus intríngulis en este siglo XXI”. (Mujica Sánchez, Eleazar, 2022c: 9)
Por ahora, como individuo político, seguimos empeñados en que la ruta a reivindicar es la del debate crítico. A propósito, es oportuno traer a colación a Aristóteles quien, a pesar de ser un liberal y defensor de la propiedad privada, en su extraordinario libro La política, deja en evidencia lo esencial de su pensamiento,tras exponercomo conclusión del capítulo primero de La Política, que:
La naturaleza arrastra, pues instintivamente a todos los hombres a la asociación política. El primero que la instituyó hizo un enorme servicio, porque el hombre, que cuando ha alcanzado toda la perfección posible es el primero entre los animales, es el último cuando vive sin leyes y sin justicia. En efecto, nada hay más monstruoso que la injusticia armada. El hombre ha recibido de la naturaleza las armas de la sabiduría y la virtud, que debe emplear sobre todo para combatir las malas pasiones. Sin la virtud es el ser más perverso y más feroz, porque sólo siente los arrebatos brutales del amor y del hambre. La justicia es una necesidad social, porque el derecho es la regla de vida para la asociación política, y la decisión de lo justo es lo que constituye el derecho. (1981: 12)
En suma, Aristóteles nos advierte que la naturaleza ha infundido en todos los mortales un impulso de sociabilidad y como el hombre que ha alcanzado el pleno desarrollo es el mejor de los animales, así también es el peor de todos cuando se independiza de la ley y de la justicia y se puede decir que concluye que la justicia está ligada a la polis, y, por tanto, tiene un valor político, porque la administración de la justicia , que no es sino la determinación de lo que es justo, es esa la regla de la comunidad política.
En virtud de esto sigue abierta como la mejor de las rutas el diálogo a lo interno de nuestro país, pero también con los pueblos del mundo que se enfrentan a las ingentes amenazas de una globalización neoliberal que busca menoscabar la soberanía de los Estados y colocar a estos como apéndice de un gobierno mundial liderado por los Estados Unidos en nombre del libre mercado y la democracia liberal y representativa.
Desde la sociología política, puede decirse que en la Venezuela que nace en 1999, con la llegada de Hugo Chávez al poder este invocó la Revolución Bolivariana y buscó transformar radicalmente la estructura política e instituciones de Venezuela en medio de furibundas batallas con la oposición y de violentas polémicas con los Estados Unidos.
IV.- Consideraciones finales
A pesar de las variantes de los gobiernos de izquierda que se han establecido, con mayor ímpetu, desde la primera década del siglo XXI con el apoyo popular en América Latina, se pudiera subrayar que han logrado frenar la influencia de los Estados Unidos en la región y, más allá, de los gobiernos que reivindican el socialismo del siglo XXI, se han constituido alternativas multilaterales que buscan preservar soberanía, promover igualdad de oportunidades y mecanismos antineoliberales, así como el apoyo para la construcción de un mundo pluripolar. Como quiera que sea, en el último lustro del siglo XXI, Estados Unidos ha perdido condiciones en su arrogancia de ser el policía del mundo, de imponer por la fuerza la democracia representativa y el neoliberalismo como cosmovisión. El fracaso de las sanciones económicas y petroleras en Venezuela, pero también triunfo de Petro este 19 de junio en Colombia así lo viene a demostrar. Por tanto, debe reivindicarse en la agenda política de esta nueva América Latina la diplomacia de los pueblos.
No obstante, se debe tener consciencia que hay mucha fragmentación en la región y que la globalización neoliberal, regida por los Estados Unidos no se encuentra en peligro de muerte, por tanto, continuará acechando y oponiéndose a la autodeterminación de los pueblos. Las sanciones que pesan sobre Venezuela y el no reconocimiento al gobierno de presidente Maduro es un vivo ejemplo de ello. Tampoco debe de extrañar el saboteo, amenazas y toda canallada que en combinación con las elites y oligarquías internas puedan diseñar y ejecutar en los países miembros de esta América.
Al respecto, bien se sabe hoy el esfuerzo inconmensurable que realizan en nuestra región los gobiernos que luchan por el socialismo del siglo XXI en su legítimo anhelo de blindar su soberanía y también se sabe cómo las transnacionales y los poderosos Estados al calor de la globalización neoliberal buscan vulnerar la soberanía de la periferia para hacer de los recursos estratégicos -principalmente petróleo-, vulgares commodities y, arráncale la prerrogativa de propiedad pública.
Por ello, no es casual que, la globalización económica, actualmente en curso, se nutra de la posmodernidad y del individualismo, difundiendo un capitalismo que parece globalmente organizado, bajo la potencia hegemónica de los Estados Unidos, aunque se trata de un proceso en marcha y en el que geopolíticamente, estamos en un esquema pluripolar. Ciertamente, hay potencias como China, Rusia y la India que ya están enfrentando y tazando nuevas realidades.
Por supuesto, nuestros países también intentan, en las medidas de sus posibilidades, utilizar el irreversible avance tecnológico para fortalecer sus proyectos socialistas en defensa del humanismo y también del medio ambiente y la ecología. Mientras tanto, la ideología neoliberal busca hacer de la financiarización y de las nuevas revoluciones tecnológicas una suerte de determinismo, buscando estandarizar al planeta bajo la egida de la cultura de masas, la publicidad -el fetichismo de la mercancía- y disfrazar con ello sus turbios intereses y su proverbial irracionalidad social y ambiental tras la pretensión de que todo el mundo adopte el irracional consumismo del “american way of life”. De allí la hipocresía de sus cumbres ambientales como la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP26)[30] celebrada en Glasgow (Reino Unido) del 01 al 12 de noviembre de 2021.
Todo ello está muy bien reflejado en la negación de los Estados Unidos de firmar el protocolo de Kioto en 1997. De manera que no es una postura nueva. Por el contrario, es su esencia y naturaleza.
Por otra parte, América Latina, en nuestra opinión, debe aprender grandemente de la experiencia de China, en especial de su época de la Reforma y Apertura, planteada a finales de 1978 y puesta en marcha desde enero de 1979 bajo la dirección del entonces presidente chino Den Xiaoping.
Desafortunadamente, ante el auge de China, desde Occidente se tejen acusaciones contra China y la colocan, por si fuera poco, en los mismos moldes del capitalismo, cuando en realidad no es así, el proyecto chino es endógeno, el capital allí no se concibe como un fin en sí mismo y tampoco para una acumulación sino para ser distribuido y servir de instrumento para la transformación y mejoras, allí reina un socialismo con particularidades chinas. China no obedece en lo absoluto a los moldes del capitalismo anglosajón como lo han querido hacer ver desde Occidente.
Sociológicamente, China tras la búsqueda de una armonía social que permite corregir o apartarse de las desviaciones del hiperindividualismo e hipercapitalismo de occidente ha venido construyendo un modelo sui generis. En China, por ejemplo, impera el equilibrio social por encima del individualismo exacerbado que pone Occidente en un primer plano. En este sentido, el PCCh[31] ha sabido regular con éxito esa interrelación individuo-sociedad, preservando la energía productiva y creativa de los individuos. Otra diferencia es que China cuida por aminorar la brecha de la desigualdad e incluso tiene una lucha frontal contra la pobreza[32]. Por supuesto, también a diferencia de Occidente, China se encuentra todavía entre los países en desarrollo[33] y su renta media está aún lejos de la de los países ricos.
En suma, es necesario hoy más que nunca entender a China, pero hacerlo desde una interpretación no occidentalizada que tanto daño le ha hecho al análisis sociológico y económico, incluso al mismo marxismo. No en vano China se ha venido planteando el reto de lograr un crecimiento y desarrollo cada vez más equilibrado no sólo en lo económico, sino además en lo social y ecológico hacia adentro de su enorme economía. Además, el socialismo con particularidades china, le ha permitido a este gran país evitar la dominación por parte de Occidente y actualmente se encuentra pendiente el centenario de la nueva China en el año 2049 de manera planificada y sin improvisaciones, a fin de hacer realidad el sueño chino de la gran revitalización de la nación china.
A decir verdad, China nunca tuvo un nivel de vida como ahora. Todo esto además se ha venido reforzando con la gobernación y administración[34] del actual presidente Xi Jinping.
Por supuesto, en este siglo XXI, debe tenerse presente, como bien lo diría Mariátegui, -en alusión al modelo clásico de Europa Occidental- que “no queremos, ciertamente, que el socialismo sea en América calco y copia. Debe ser creación heroica. Tenemos que dar vida, con nuestra propia realidad, en nuestro propio lenguaje, al socialismo indoamericano. He aquí una misión digna de una generación nueva”. También el libertador Simón Bolívar, inspirador de la Revolución Bolivariana, aún sin haber podido ser marxista, en la Carta de Jamaica, realiza un estudio sociológico, manifestando las particularidades y posibilidades de los pueblos hispanoamericanos para alcanzar su independencia del yugo español. Por tanto, es obvio que queda rotundamente descartada la aplicación de una filosofía de la historia universal que sugiere dogmáticamente la aplicación histórica y mecánica a todas las realidades de nuestros países independientemente de sus latitudes geográficas. Es justo, por tanto, reclamar con Mariátegui, en su lugar, la creación heroica desde una perspectiva latinoamericana
Sin ánimos de pecar de dogmatismo, está claro que, el único modelo societal realmente antagónico al sistema excluyente capitalista, es el socialismo cuya racionalidad no está reñida con el bolivarianismo y tampoco con los pensamientos autóctonos, desde el indígena hasta el emancipador de nuestra primera independencia, por el contrario, todo este cuerpo debe sincronizarse para interpretar y transformar acertadamente la realidad latinoamericana, como bien lo subrayó Mariátegui.
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[1] Sociólogo mención Summa Cum Laude (UCV). Primer promedio académico de la UCV con 19.72 puntos en el año 2003. Especialista en Política y Comercio Petrolero Internacional. Doctor en Ciencias Sociales (UCV). Profesor de Economía Política y de Seminarios en temas de política, economía y sociología del petróleo. Jefe del Departamento de Análisis Económico, Político y de la Planificación, Escuela de Sociología-FaCES-UCV. Profesor del posgrado en Economía y Administración de Hidrocarburos- FaCES-UCV. Merecedor en dos oportunidades de reconocimientos en el ámbito de investigación académica, otorgada por el vicerrectorado académico de la UCV.
Premio José Félix Ribas, otorgado por la Presidencia de la República, Palacios de Miraflores, 12 de febrero de 20004, entre otros reconocimientos por desempeño y promedio académico. Ha publicado diversos trabajos y varios libros, entre ellos: Petróleo y Socialismo en el siglo XXI (Dedicado a Carmelo Laborit, fundador de la Liga Socialista y a Arturo Cardozo, ultimo senador patriota de la Revolución Bolivariana). Los retos de la OPEP en el siglo XXI -Un análisis al calor de la política petrolera venezolana-.
Por más de 20 años ha orientado su línea curricular a la investigación académica petrolera. Además, ha sido tutor de Trabajos Especiales de Grado en pregrado y posgrado en materia de política, sociología y economía petrolera.
Igualmente, ha desempeñado responsabilidades en el ámbito diplomático como Consejero en el ámbito económico-petrolero y también como encargado de Negocios en la República Argelina Democrática y Popular. También, desempeñó varias responsabilidades en PDVSA en Inversión Social, Educación Petrolera, Análisis de Entorno y como líder de contenidos para planificación, monitoreo y análisis de entorno (2003-2017).
Dirigente estudiantil de Educación media. Presidente del Centro de Estudiante en el Liceo Dr. Carlos Francisco Grisanti. Rio Caribe Estado Sucre (1988-1993). Fundador y presidente del Movimiento Estudiantil Rescate (1988-1993).
En agosto de 1994 fue allanado por la extinta Disip en su residencia en La Pastora por una carta que el hoy presidente Nicolás Maduro enviará con él para Carmelo Laborit (comandante Rufo, fundador de la Liga Socialista). El caso lo defendió el hoy fiscal general de la República, Tarek William Saab.
Fundador de los Comités Patrióticos con Hugo Chávez en el estado Sucre en 1997. Fundador de los periódicos Trinchera y Por si no lo sabía. Candidato a diputado por el chavismo en el estado Sucre en noviembre de 1998.
Fundador de la Casa del Senado Patriótico, con el entonces senador Arturo Cardozo en el estado Trujillo en enero de 1999.
Dirigente estudiantil y presidente del Centro de Estudiantes. Escuela de Sociología-FaCES-UCV (2002-2003).
Militante político revolucionario.
Correo electrónico: [email protected]
[2] Carlos Marx, deja esto muy claro En el Tomo I de El Capital, específicamente en el capitulo XXIV: La llamada acumulación originaria.
[3] Sobre esto debo precisar que Max Weber usó indistintamente las expresiones violencia, fuerza y coacción a la hora de definir al Estado, que es “aquella comunidad humana que, dentro de un determinado territorio (el ‘territorio’ es elemento distintivo), reclama (con éxito) para sí el monopolio de la violencia física legítima” (Weber, 1988: 83). Y agrega que “lo especifico de nuestro tiempo es que a todas las demás asociaciones e individuos sólo se les concede el derecho a la violencia física en la medida en que el Estado lo permite. El Estado es la única fuente del ‘derecho’ a la violencia (Ibídem, 83-84).
En tanto que, en Economía y sociedad, Weber, lo expone más claramente al afirmar “antes bien, sociológicamente el Estado moderno sólo puede definirse en última instancia a partir de un medio específico que, lo mismo que a toda asociación política, le es propio, a saber: el de la coacción física. ‘Todo Estado se basa en la fuerza’, dijo en su día Trotsky en Brest-Litowsk. Y esto es efectivamente así. Si solo subsistieran construcciones sociales que ignoraran la coacción como medio, el concepto de Estado hubiera desaparecido; entonces se hubiera producido lo que se designaría, con este sentido particular del vocablo, como ‘anarquía’. Por supuesto, la coacción no es en modo alguno el medio normal o único del Estado -nada de esto- pero sí su medio específico. En el pasado, las asociaciones más diversas -empezando por la familia-emplearon la coacción física como medio perfectamente normal. Hoy, en cambio, habremos de decir: el Estado es aquella comunidad humana que en el interior de un determinado territorio -el concepto del ‘territorio’ es esencial a la definición- reclama para sí (con éxito) el monopolio de la coacción física legítima. Porque lo especifico de la actualidad es que las demás asociaciones o personas individuales solo se les concede el derecho de la coacción física en la medida en que el Estado lo permite. Este se considera, pues, como fuente única del ‘derecho’ de coacción. (1993:1056)
En esencia, el Estado es un ente de decisión y acción, que instituye un orden normativo dominante en la sociedad y asegura su vigencia en un ámbito territorial determinado, Weber, en concreto, lo define como la asociación política que logra el monopolio legítimo de la coacción física para el mantenimiento del orden vigente.
No obstante, Gramsci criticó la concepción del Estado gendarme, del Estado guardián nocturno, presente en la ideología liberal, que “(…) quiere significar un Estado cuyas funciones están limitadas a la tutela del orden público y del respeto de las leyes, por cuanto esta concepción ignora que (…) en esta forma de régimen (que por otro lado no existió jamás sino como hipótesis limitante, en papel) la dirección del desarrollo histórico pertenece a las fuerzas privadas, a la sociedad civil, que es también Estado, o mejor, que es el Estado mismo”. (2018: 177)
Desde luego, el marxismo tiene otra concepción sobre el Estado, tanto Marx, como Lenin en su libro: El Estado y la revolución, lo deja claro, y Gramsci hace lo propio también como vocero del marxismo.
[4] Para tener una idea es en 1936 cuando se produce la creación del Ministerio de Sanidad y Asistencia Social, hoy Ministerio del Poder Popular para la Salud.
[5] Realmente, Picón Salas expresó lo siguiente: “Podemos decir que, con el final de la dictadura gomecista, comienza apenas el siglo XX en Venezuela. Comienza con treinta y cinco años de retardo. Vivimos hasta 1935 como en un Shangri-La de generales y orondos rentistas que podían ir cada año a lavar o intoxicar sus riñones en las termas y casinos europeos; o por contraste, en una fortaleza de prisioneros y en el descampado del espacio rural –llano, montaña, selva– donde el pueblo hacía las mismas cosas que en 1860; sembraba su enjuto maíz, comía su arepa y su cazabe; perseguía alguna vez al tigre y a la serpiente, o escapaba de las vejaciones del Jefe Civil. Los desterrados, principalmente los jóvenes que regresan a la muerte del tirano, traen de su expedición por el mundo un mensaje de celeridad. Era necesario darle cuerda al reloj detenido…” (1983: 17-18).
No obstante, sin ánimo de restarle contundencia a lo afirmado por Picón Salas, la Venezuela de 1935, a pesar de la autocracia de Gómez es una Venezuela diferente de la Venezuela de la de finales de 1908 cuando Gómez destrona a su compadre Cipriano Castro y asume las riendas del país. El influjo del ingreso petrolero transformó al país, pese que no se modernizó ni tampoco se logró un desarrollo de tal magnitud de las fuerzas productivas que conllevara la siembra del petróleo o diversificación de la economía venezolana. Pero, no se puede negar la diferencia abismal de la Venezuela petrolera con respecto a la Venezuela regida por la incipiente economía agrícola.
“Antes del petróleo, Venezuela es un país de persistencia rural donde el campo constituyó todo el eje de la vida política y económica primero regida por el cacao y luego por el café. De modo que, Venezuela es para entonces un país eminentemente agrícola, pero no al estilo de una agricultura de desarrollo como lo era la Argentina desde principios ya del siglo XX, sino una agricultura de modesto desempeño. Era de tal característica nuestro perfil agrícola que no llegamos, en ningún momento, a ser un espacio prioritario para la corona española. (Mujica Sánchez, Eleazar, 2019:74)
[6] No se olvide que la idea de sociedad civil nace junto con el pensamiento liberal (siglo XVII), y constituye uno de sus elementos básicos. Ciertamente, la idea de sociedad civil nació en la ideología burguesa como expresión del interés de esta clase por limitar el poder del Estado entonces existente, aún no burgués, y delimitar una esfera de acción legítima y resguardada de su autoconstitución como clase, en tanto sujeto social.
A diferencia de aquel momento en los siglos siguientes tomó mayor cuerpo y hoy en día para muchos neoliberalismo y sociedad civil están directamente vinculados al concepto de democracia y todo ello en aras de buscar limitar el poder del Estado. De acuerdo con Gramsci la sociedad civil es entendida como el espacio en donde se producen y difunden las representaciones ideológicas, pero Gramsci diferencia entre sociedad civil y sociedad política. En tal caso, la sociedad civil estaría formada por el conjunto de los organismos vulgarmente llamados privados (iglesia, sindicatos, escuelas, etc.) que posibilitan la dirección intelectual y moral de la sociedad mediante la formación del consentimiento y la adhesión de masas. La sociedad civil está articulada por múltiples organizaciones sociales, de carácter cultural, educativo, religioso, pero también político e incluso económico. A través de ella se difunde la ideología, los intereses y los valores de la clase que domina el Estado y se articula el consenso y la dirección moral e intelectual del conjunto social.
Mientras que, el de la sociedad política corresponden a la función de hegemonía que el grupo dominante ejerce en toda la sociedad o del dominio directo que se expresa en el Estado, en el caso de las democracias liberales, a través del consenso están los tres poderes: ejecutivo, legislativo y judicial; pero, además, las fuerzas armadas (ejército, armada, aviación, etc., según el país) y las fuerzas policiales. Al respecto no hay que olvidar que esta división en sociedad civil uy sociedad política es una división meramente analítica y didáctica como dice en ocasiones Gramsci.
En suma, mientras la sociedad civil cumple la función de consenso, la sociedad política comprende lo que comúnmente llamamos el Estado o el Estado de Gobierno. Sobre esto, sugerimos revisar: Gramsci, Antonio (2018): Notas sobre Maquiavelo, sobre la política y sobre el Estado moderno.
Ya antes para Marx estaba claro que la sociedad civil pertenece en exclusiva al ideario burgués. Por lo cual no hay un horizonte válido de reflexión desde el marxismo en torno al tema de la sociedad civil.
Por su lado, para Wallerstein, “la ‘sociedad civil’ sólo puede existir en la medida en que los Estados existan y tengan la fuerza suficiente para sostener algo llamado la ‘sociedad civil’, que esencialmente quiere decir la organización de ciudadanos dentro del marco del Estado con el objeto de realizar actividades legitimadas por el Estado y para hacer política indirecta (es decir no partidaria) frente el Estado. El desarrollo de la sociedad civil fue un instrumento esencial en la erección de los Estados liberales, pilares del orden interno y del sistema mundial, Además, la sociedad civil fue utilizada como símbolo aglutinante para la instalación de estructuras estatales liberales donde aún no existían. Pero, sobre todo, históricamente la sociedad civil fue un modo de limitar la violencia potencialmente destructiva de y por el Estado, así como de domeñar a las clases peligrosas.
La construcción de la sociedad civil fue la actividad de los Estados de Europa occidental y Estados Unidos en el siglo XIX. En la medida en que la construcción del Estado permaneció en la agenda del sistema mundial durante los primeros dos tercios del siglo XX, todavía se podía hablar de construir sociedades civiles en más Estados. Pero con la declinación de los Estados, necesariamente la sociedad civil se está desintegrando. En realidad, es precisamente esa desintegración lo que los liberales contemporáneos deploran y los conservadores festejan en secreto” (2005:8)
Por tanto, la idea de sociedad civil ha sido utilizada como soporte teórico de la proyección política neoliberalismo. De hecho, para la gran mayoría de estos la metáfora de la sociedad civil se ha convertido en sinónimo de antisocialismo.
Sin embargo, si bien en la izquierda latinoamericana el uso del término sociedad civil tuvo un signo político opuestos al que le imprimieron los disidentes este-europeos y los neoconservadores occidentales, en todas estas posiciones se manifestó una raíz conceptual común que estriba en la dicotomía Estado /sociedad civil.
[7] En opinión del profesor, periodista e investigador Rafael Ramón Castellanos -recientemente fallecido- “el Gobierno que ha dado mayores libertades en Venezuela ha sido el del presidente Hugo Chávez, al contrario de Rómulo Betancourt que tenía una obsesión por suspender órganos de prensa”.
Además, afirma Castellanos que la represión ideológica que ejerció Betancourt era dictatorial. Abarcó toda expresión del pensamiento y de la civilidad. Ya no era que se allanaban los órganos de las organizaciones y partidos políticos que no apoyaban incondicionalmente sus políticas, sino que también comenzaron a apresar a los articulistas y colaborares de las empresas periodísticas.
El profesor Castellanos sostuvo que el Gobierno de Betancourt fue el más represivo del siglo XX, incluyendo el mandato de Juan Vicente Gómez, con todo y que éste redujo las libertades a cero y llevó a periodistas y escritores a La Rotunda, ya que Betancourt reprimió de manera brutal a todos, sin importar tendencia. A su juicio, se ensañó especialmente con la gente de izquierda y sobre todo del Partido Comunista. La vida de los dirigentes del PCV Gustavo y Eduardo Machado, Gallegos Mancera, Guillermo y Servando García Ponce, Ramón Villaroel, Federico Álvarez y otros fue muy azarosa durante el Gobierno de Betancourt.
[8] En el caso, por ejemplo, de Arturo Uslar Pietri, a mi modo de ver, tuvo una intencionalidad manifiesta sobre la privatización de la siembra del petróleo.
[9] Siguiendo al filósofo marxista marroquí Alain Badiou, puede suceder como el mismo lo indica que puede emplearse al menos cinco palabras, según el contexto, en los diferentes pasajes en que se topa con “Politeia”: país, Estado, sociedad, ciudad, política. (2013:18).
[10] El nombre de América Latina surgió a mediados del siglo XIX, asociado al desarrollo de una identidad propia de los pueblos al sur del río Bravo y frente al expansionismo norteamericano.
Fue por cierto un venezolano, Francisco de Miranda el primero que se preocupó por una nueva denominación para esta parte del continente americano, al que se denominaba como Indias o Hispanoamérica, a fin de señalar de una manera inconfundible a la totalidad de las posesiones españolas de este hemisferio y también para distinguirla de los Estados Unidos de América. Todo esto comenzó a precisarlo incluso antes de estallar las luchas emancipadoras en las colonias españolas. De hecho, fue en 1788 cuando inventó el nombre de Colombia, nombre que ya había utilizado cuando elaboró su primer manifiesto independentista, titulado “Proclamación a los Pueblos del Continente Colombiano, alias Hispanoamérica”.
No obstante, en rigor el neologismo “América Latina”, que al parecer hizo su aparición a mediados del siglo XIX, tuvo como verdaderos padres al colombiano José María Torres Caicedo y al Chileno Francisco Bilbao, ambos entonces, por los años de 1856 residentes en Paris.
Huelga decir que a lo largo del todo el siglo XX y también a lo largo de este, el uso de América Latina terminó por imponerse de manera categórica sobre los otros nombres que ya indistintamente se venían usando como, por ejemplo, Hispanoamérica, América meridional (reiterado por Simón Bolívar), Nuestra América (usado por José Martí) Indo América por Víctor Raúl Haya de la Torres y más propiamente por José Carlos Mariátegui.
[11] Como se recordará el Comandante Hugo Chávez Frías, al inscribir su candidatura ante el Consejo Nacional Electoral (CNE), el 11 de junio de 2012, presentó, acompañado de su pueblo, el Programa de la Patria 2013-2019. Este fue aprobado por la voluntad popular en el marco de las elecciones presidenciales del 07 de octubre de 2012. Lamentablemente, a los pocos meses nos tocó sembrar al Comandante Chávez y se hizo necesaria la convocatoria de una nueva elección presidencial en la cual resultó vencedor, el 13 de abril de 2013, Nicolás Maduro, primer presidente chavista. Con esta nueva elección se ratificó, por segunda vez, el Plan de la Patria 2013-2019.
Posteriormente, el II Plan Socialista de la Nación 2013-2019, se convirtió, según lo publicado en la Gaceta Oficial N° 6.118 Extraordinario con fecha 04 de diciembre de 2013, en Ley de la República como manda la Constitución Bolivariana. Sobre esto puede verse: Mujica Sánchez, Eleazar (2015): El chavismo según Chávez nos indica que el Plan de la Patria 2013-2019 es la ruta de su legado.
[12] La puesta en marcha de esto tres Planes Socialistas aún adolecen de un balance sobre el alcance y logros en torno a sus objetivos.
[13] El peculiar rasgo de las relaciones internacionales del área latinoamericana en los primeros decenios del siglo XXI ha sido la reducción del peso ejercido por los Estados Unidos (lo que no implica, claro está, ausencia de influencia). Dicha reducción es mucho mayor en Sudamérica que en otras partes de la región, con excepción hecha de Colombia, aliado fiel de los Estados Unidos, a la cual la violencia política, el narcotráfico y los riesgos de la desestabilización regional han vuelto prioritaria a ojo de Washington.
No es casual que, a lo largo de la última década, China ha agudizado su enfoque en los países considerados en la zona de influencia de Estados Unidos. El comercio de China con América Central y América Latina se disparó de 18.000 millones de dólares en 2002 a 449.000 millones de dólares en 2021, lo que la convierte en el segundo socio comercial global de la región y en el mayor socio comercial de Brasil, Perú, Uruguay y Chile. Su inversión en la región también creció de forma espectacular, con su iniciativa “Belt and Road” (Franja y la Ruta), que ya se encuentra en 20 países de la región y supone una inversión de más de 140.000 millones de dólares.
En torno a esto, el doctor Orit Frenkel, director general de la Iniciativa de Liderazgo Americano, subraya que las inversiones de China son de carácter estratégico, centrándose en las infraestructuras y los puertos. También realizaron adquisiciones que le dan acceso a recursos naturales y materias primas clave.
Según Frenkel la relación de Estados Unidos con Centroamérica y América Latina se ha centrado a menudo en cuestiones polémicas como el narcotráfico y la migración, más que en la prosperidad regional.
En todo caso, a mi modo de ver esto pone en evidencia que es imposible que América Latina vuelva a ser la que fue en el pasado, puesto que los ya varios lustros de globalización han ampliado los horizontes internacionales de América Latina, en especial de Suramérica, cuyos países cultivan con más intensidad y beneficios las relaciones con otros socios, ya se trate de la República Popular China, Rusia, Unión Europea.
[14] Rudolf Kjellen, geógrafo sueco considerado por Hennig y Körholz como el padre de la geopolítica. (Padrino López, 2022: 63)
[15] Se trata de la Declaración firmada en el XXII Congreso Mundial de Filosofía Jurídica y Social, sobre el tema «Derecho y Justicia en una Sociedad Global», celebrado en Granada, España, mayo 2005. La misma fue firmada por Jürgen Habermas, Boaventura de Sousa Santos, Francisco J. Laporta, Nicolás López Calera, Manuel Atienza, William Twining, Robert Alexy, Luigi Ferrajoli, Elías Díaz,Neil MacCormick, Paolo Comanducci, Zhan Wenxian, Uma Narayan, Larry May y otros participantes en el 22º Congreso Mundial de Filosofía Jurídica y Social – 2005.
[16] Tomás Sedlácex, de origen checo, doctor en teoría económica, ex asesor del expresidente checo Václav Havel en 2001 y además catedrático en la Universidad Carolina de Praga, sostiene que “la lectura popular de Adam Smith es un mal entendido. Sostengo que su contribución a la economía es mucho más amplia que meramente el concepto de la mano invisible del mercado y el nacimiento del egoísta y egocéntrico homo oeconomicus, aunque Smith nunca usó ese término. Sostengo que su contribución más influyente a la economía fue ética. Sus otros pensamientos, ya sea sobre la especialización o sobre el principio de la mano invisible del mercado, ya habían sido expresados claramente por otros. Trato de mostrar que el principio de la mano invisible del mercado es mucho más antiguo y que se desarrolló mucho antes de Adam Smith. Rastros del mismo aparecen incluso en La epopeya de Gilgamesh, el pensamiento hebreo y el cristianismo, y es expresamente formulado por Aristófanes y Tomás de Aquino”. (2014:26-27)
[17] En este sentido, es importante hacer alusión a Francis Fukuyama y muy especialmente a su libro: El fin de la historia y el último hombre”, cuyatesis central, como se sabe, argumenta que la historia en su sentido hegeliano y marxista de evolución progresiva de las instituciones políticas y económicas humanas es direccional, progresiva y culmina en el moderno Estado liberal. Es evidente que, para Fukuyama, al contrario, d ellos marxistas, como él mismo sostiene este proceso de evolución histórica no culmina en el socialismo, sino en la democracia y en la economía de mercado.
[18] A juicio de Immanuel Wallerstein “la destrucción del Muro de Berlín y la subsecuente disolución de la URSS ha sido celebradas como la caída de los comunismos y el derrumbe del marxismo leninismo como fuerza ideológica en el mundo moderno. (…) Además, han sido celebradas como el triunfo definitivo del liberalismo como ideología. Esto es una percepción totalmente equivocada de la realidad. Por el contrario, esos acontecimientos marcaron aún más el derrumbe del liberalismo y nuestra entrada definitiva en el mundo ‘después del liberalismo’”. (Op, cit:3)
En mi opinión, el tiempo terminó otorgándole la razón a Wallerstein, pues no hay dudas en afirmar que el desastre generado desde finales del siglo pasado por el neoliberalismo al crear nuevos espacios de pobreza y marginalidad conllevaron el retorno de varios Gobiernos de izquierda y progresistas en la primera década del siglo XXI. Desde luego, en medio de tal oleada de Gobiernos se distinguen izquierdas y contextos diversos, puesto que no todas las izquierdas proceden del mismo modo ni todos los contextos están caracterizados por la ruptura con el pasado.
De cualquier manera, el inicio del siglo XXI se caracterizó por el creciente rechazo a la economía neoliberal en gran parte de América Latina y por el despliegue de respuestas que buscaron incrementar el rol del Estado en el manejo de la economía
[19] Dados sus rasgos dominantes, los años noventa suelen ser recordados como la era del Consenso de Washington, sintagma con el cual se alude, a menudo en tono polémico, a una época de armónica sintonía entre el Gobierno de los Estados Unidos y los grandes organismos financieros internacionales, quienes acordaron imprimir una brusca aceleración a la liberalización de los mercados latinoamericanos. Dicha expresión se transformó en sinónimo de neoliberalismo, es decir, de una filosofía económica fiel a los dictados del monetarismo y determinada a desmantelar el Estado o bien a crear un Estado mínimo, desinteresado de las políticas del welfare, lo cual tuvo como consecuencia, entre otras, el agravamiento de la pobreza y la desigualdad en América Latina.
No obstante, aunque esa lectura sea admisible, es preciso distinguir casos y resultados. En primer lugar, es preciso recordar que el término “Consenso de Washington” fue acuñado en 1990 por el economista John Williamson, quien no escribió para proponer un determinado modelo de desarrollo neoliberal, sino para aludir a los elementos comunes y más adecuados para América Latina en las recetas económicas recomendadas por el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y el Tesoro de los Estados Unidos, instituciones con bases en Washington. Se refería así a las recomendaciones de liberalizar el comercio, privatizar, adoptar tasas de cambio que favorecieran la competitividad, favorecer el ingreso de capitales extranjeros y brindar garantías jurídicas a la propiedad privada, pero también a las de adoptar reformas fiscales capaces de ampliar las bases de recaudación de impuestos y concentrar el gasto público en los sectores sanitario y educativo, de forma tal de favorecer la distribución de la riqueza, medidas estas con las que Williamson defendía propuestas ajenas a la filosofía neoliberal. (Zanatta, Op, cit: 233-234)
[20] En honor a la verdad en América Latina, las llamadas reformas no han cumplido sus promesas: el desempleo y la pobreza tanto antes de la pandemia de la Covid-19 como ahora han aumentado significativamente en las últimas décadas, mientras que el crecimiento y el Estado de bienestar está por debajo de los niveles alcanzados en décadas anteriores, especialmente durante los años cincuenta, sesenta y setenta, sin considerar los niveles alcanzados en Asia Oriental.
Sin obviar el desastre de la década de los 80 del siglo pasado y lo que ella significó para nuestra América, tras considerársele como la década pérdida, considero oportuno que Joseph Stiglitz, premio Nóbel de Economía, por lo menos, desde el año 2002 con su libro El malestar en la globalización, vienedenunciando que la manera como se sucedieron las reformas económicas por el modo, el ritmo y sin una debida visión amplia sobre la realidad particular de las sociedades en donde se aplicaron, no alcanzaron el éxito económico que pregonaban. En consecuencia, que la manera de realizar las políticas del Consenso de Washington, unidos a las limitaciones del modelo económico en el cual se basaban y a lo estrecho de la visión del desarrollo, hicieron que el período de los años 90 del siglo XX no fuera tan exitoso como se esperaba.
Tras aquel fracaso estrenuo se produce un punto de inflexión a finales de aquella misma década que marca su inicio por Venezuela con la Revolución Bolivariana liderada por Hugo Chávez tras la presentación de su proyecto antineoliberal plasmado en la Agenda Alternativa Bolivariana. Seguidamente, en la primera década del presente siglo se ampliará, como ya lo he manifestado, la llegada de Gobiernos progresistas o de izquierda al poder.
Como quiera que sea, con estos nuevos Gobiernos el Estado interviene más activamente en la economía y se incrementan las mejoras sociales en comparación con los años anteriores que tuvieron regidos por las políticas y directrices del libre mercado que como se sabe conllevaron una fuerte desregulación económica y una reestructuración global del Estado, lo cual terminó por acentuar las desigualdades existentes, al tiempo que generó nuevos procesos de exclusión, que afectaron a un conglomerado amplios de sectores sociales.
Lo paradójico es que el Estado Bienestar o Estado Social es los países centrales los procesos de mutación estructural no se expresaron necesariamente en el desmantelamiento total o cuasitotal de las instituciones o marcos regulatorios típicos que estos tenían previamente. De manera que, los mayores efectos, se dieron en la periferia. En efecto, en las regiones del capitalismo periférico la globalización no solo profundizó los procesos de transnacionalización del poder económico, sino que se redujo en el desguace radical del Estado Social en su versión “nacional popular”, el que más allá de sus limitaciones estructurales y tergiversaciones políticas, se había caracterizado por orientar su acción hacia la tarea nada fácil de producir cierta cohesión social, en un contexto de sociedades heterogéneas , desiguales y dependientes.
[21] A decir de Zanatta, América Latina sigue siendo una comunidad imaginada, una civilización con rasgos propios que la distinguen de otras; como tal, también es un mito. Tanto en la historia como en la actualidad, en el mundo político e intelectual y en el de la vida cotidiana, en los estudios o en la retórica, permanece vivo el mito político y espiritual de la unidad latinoamericana.
Todo lo anterior no quita, sin embargo, que la realidad acabara por dividir aquello que los mitos y el imaginario contribuían a mantener unido; lo cierto es que, con el tiempo, el principio unitario puso en evidencia sus propios límites. Para empezar, la unidad política no sobrevivió al derrumbe o declinar de aquello que la había hecho posible: la caída del imperio español y la decadencia del imperio portugués. Los proyectos unitarios y las invocaciones a la cohesión no impidieron la fragmentación política del continente en los numerosos estados de los que hasta hoy se compone.
Tendencias centrípetas y fuerzas centrifugas han escandido siempre- y continúan haciéndolo-el movimiento de la historia latinoamericana. Por un lado, están las pulsiones fuertes y recurrentes a la cooperación y a la integración, a la unidad política y a la comunión espiritual; por el otro, igualmente fuertes y recurrentes, permanecen las razones de la fragmentación. Por lo tanto, unidad y pluralidad son los dos polos de la historia latinoamericana.
Se entiende por unidad la idea de América Latina como concepto histórico, es decir, como el área del continente americano donde, desde el siglo XVI, fue implantada la civilización ibérica, la cual dejó allí como herencia la lengua y la religión, que a la vez son ejes de una visión del mundo y de un sistema de valores que han plasmado sociedad y mentalidad , y donde la pluralidad se vuelve evidente en las formas diversas que esa cepa común asume de país a país, e incluso de región a región.
No obstante, por su historia y por su naturaleza, el curioso mosaico humano que durante siglos se ha ido formando en América Latina se presta a reforzar el principio de unidad o bien a dar un impulso ulterior a la fragmentación. Favorece la unidad e n la medida en que se vuelve melting pot, es decir, la mezcla étnica y cultural capaz de dar vida a un conjunto humano original, mestizo por naturaleza propia. Favorece en cambio la fragmentación cuando las barreras entre sus componentes permanecen infranqueables. (Op, cit: 11-15)
[22] Sobre estas amenazas que por lo demás están a la orden del día en el proceso político de la Revolución Bolivariana, pero también por las mismas debilidades intrínsecas del Gobierno Bolivariano, pudiese resultar oportuno para la reflexión Bourdieu, Pierre (2000): Cosas dichas.
[23] “Vemos, pues, que la guerra no constituye simplemente un acto político, sino un verdadero instrumento político, una continuación de la actividad política, una realización de esta por otros medios”. Véase específicamente en su libro: De la guerra (2014), el capítulo 1 del libro primero Sobre la naturaleza de la guerra.
[24] De hecho, en su libro publicado en 1917: El imperialismo, fase superior del capitalismo, Lenin afirma en dos ocasiones que el “capitalismo es la producción mercantil en su más alto nivel de desarrollo: decenas de miles de grandes empresas lo son todo, y millones de pequeñas empresas no son nada” (2009). Esta verdad, evidente en 1917, es una vieja, una viejísima verdad y, sin embargo, en el contexto de hoy caracterizado por una hipertecnología y un mercado financiarizado, es más que evidente el poderío de los grandes monopolios de las transnacionales. Las pingues ganancias de los grandes monopolios farmacéuticos y del ramo de la medicina así lo ha puesto en evidencia, por ejemplo, con la pandemia de la Covid-19 que desde 2020 ha hecho sentir sus efectos sobre la salud, la economía y las finanzas a escala planetaria. Desafortunadamente, en mi opinión uno de los defectos de los ensayos de los periodistas, economistas, politólogos, sociólogos, entre otros, consiste en no tener cuenta las dimensiones y perspectivas histórica.
No obstante, para Lenin la política es la expresión concentrada de la economía. De allí que la política no puede menos de tener supremacía sobre la economía. En su opinión, pensar de otro modo significaba olvidar el abecé del marxismo. Al respecto, puede verse Lenin (1973): Una vez más sobre los sindicatos, el momento actual y los errores de Trotski y Bujarin.
[25] Sobre esto y las luchas que seguramente han de venir, sobre todo ahora que hay acciones de sanciones económicas y políticas por parte de los Estados Unidos contra varios países de nuestra América, pese a las diferencias contextuales y sin obviar las particularidades, es importante comprender que cunado Marx analizaba los procesos revolucionarios, en 1848, siempre hablaba de la revolución como un proceso por oleadas, nunca como un proceso ascendente o continuo, eso sí, permanentemente en ofensiva. Parte de este proceso por oleada lo inició Venezuela con Chávez desde finales del siglo pasado y luego lo continuó Brasil, Bolivia, Argentina, Uruguay y Paraguay, entre otros.
Posteriormente, se sucedió un repliegue, pero hoy se vislumbra un avance a tal punto que el otrora Grupo de Lima, instancia multilateral en principios conformada por 12 países que se estableció el 8 de agosto de 2017 – en diciembre de 2019 se le sumó Bolivia bajo el “Gobierno” fascista de Jeanine Añez. Del mismo modo, fue avalado por Barbado, Granada y Jamaica- y que con los auspicios de los Estados Unidos buscaba la intervención en Venezuela y llegó a desconocer los resultados electorales de las elecciones Presidenciales del 20 de mayo de 2018 en las cuales resultó reelecto el actual presidente Nicolás Maduro. Asimismo, reconoció, en enero de 2019, el absurdo gobierno interino de Juan Guaidó, diseñado por los Estados Unidos con el apoyo de toda la derecha transnacional.
Afortunadamente, en 2021 con el cambio de varios Gobiernos en la región y, por tanto, con el ascenso de Gobiernos progresistas el Grupo de Lima sufrió varias bajas, se debilitó y estos han pasado a reconocer al presidente Maduro como constitucional y legítimo de Venezuela y, en consecuencia, al abandonado el parapeto progringo y lacayo del Grupo de Lima. Tal han sido los casos de los nuevos Gobiernos de México, Bolivia, Perú, Argentina, Chile y también Colombia, tras el triunfo este 19 de junio de Gustavo Petro, primer presidente de izquierda en esa tierra por tradición oligárquica.
[26] En el año 2005 publicamos: Petróleo y Socialismo en el siglo XXI, como un esfuerzo en contribución por el debate del socialismo. Seguidamente, incorporamos en torno aquel debate necesario una serie de artículos, entre ellos: El carácter del socialismo en el siglo XXI.Igualmente, colocamos: El Partido único cubano: una valiosa experiencia para la construcción del socialismo en la Venezuela Bolivariana.
[27] Sobre esto deseo puntualizar que Lenin a medida que iba repasando los textos clásicos del marxismo iba poniendo cada vez más énfasis en los pasajes en los cuales tanto Marx como Engels subrayaban la necesidad del proletariado revolucionario de “abolir” el Estado capitalista y sustituirlo por el suyo propio. Al mismo tiempo aumentaba sus críticas a Karl Kautsky o Georgi Plejanov, que habían soslayado este aspecto fundamental de la teoría marxista. Al respecto, puede revisarse de Lenin: “El Estado y la revolución”.
Ya antes, Marx y Engels en el Manifiesto de El Partido Comunista, habían precisado en 1848 tras su publicación que “vemos, pues, con el establecimiento de la industria moderna y del mercado mundial, la burguesía ha conquistado, en el Estado representativo moderno, el dominio político exclusivo. (…) Hoy, el Poder público viene a ser, pura y simplemente, el Consejo de administración que rige los intereses de la clase burguesa”. (2003:44)
De cualquier manera, para Marx la maquina estatal es una máquina burocrático-militar en la mayoría de los Estados capitalistas.
[28] Sobre esto resultaría muy oportuno realizar una relectura de El Manifiesto del Partido Comunista de Karl Marx y Friedrich Engels, publicado el 17 de febrero de 1848 en Londres, al calor de la nueva arquitectura capitalista, sin desconocen que se mantiene la esencia del capitalismo como formación económica y social.
[29] Sobre el ámbito del desarrollo tecnológico, deseamos referir que “hemos ido del cuarto paradigma, es decir -la economía industrial- al quinto paradigma -vale decir la economía. postindustrial, basada en la tecnología de servicios financieros, IT -Inteligencia artificial-, telecomunicaciones, entretenimiento-” (Estulin, Daniel, 2020: 16). Se trata, básicamente, del cambio asumido principalmente por actores financieros, banqueros y especuladores. A propósito, en la actualidad, se estima que cerca del 70% del Producto Interno Bruto PIB global es producido por el sector terciario (vale decir, finanzas, investigación, educación, publicidad, informática y entretenimiento) que a su vez se maneja mediante la Red. De allí la primacía que ha tomado la financiarización, lo que quiere decir que ya el capital no es un hecho totalmente tangible, sino que ahora descansa fundamentalmente en lo intangible muy vinculado con la financiarización y con todo este mundo virtual que proveen las nuevas tecnologías. (Mujica Sánchez, Eleazar, 2022a,14)
[30] En este encuentro las naciones del mundo se comprometieron a tomar las medidas evitar el crecimiento de la temperatura de la tierra en 1,5°C para el año 2050, aunque importantes economías como China y Rusia (importante exportador de energía a nivel global), se comprometieron a cumplir estar metas para el 2060.
[31] El PCCh el 01 de julio de 2021 cumplió cien años de existencia. También el 01 de octubre de ese año la Revolución China cumplió 72 años de existencia. A propósito, entre el 08 y 11 de noviembre de 2021 en Beijing, en la VI sesión del XIX Comité Central del Partido Comunista de China (PCCh), se examinó y aprobó la “Resolución del CC del PCCh sobre los importantes éxitos y las experiencias históricas del Partido en su centenaria lucha” y la “Resolución sobre la convocatoria del XX Congreso del Partido”.
[32] El 4 noviembre de 2020 en Beijing, en la V sesión del XIX Comité Central del Partido Comunista de China (PCCh)-, fueron anunciados los lineamientos para el XIV Plan Quinquenal (2021-2025). El 2020 fue el último año del XIII Plan Quinquenal (2016-2020), en tanto que el XIV Plan 2021-2025 que inició el pasado año se espera que marcará los primeros cinco años de la nueva etapa de China hacia la consolidación del socialismo de mercado como sustento económico y material de una sociedad moderadamente acomodada, próspera y moderna.
En torno al tema de la pobreza, el 25 de febrero de 2021, China afirmó la eliminación de la pobreza extrema en su territorio. Ciertamente, el presidente de China, Xi Jinping, declaró en esa fecha que el país ha concluido su “ardua tarea” de erradicar la pobreza extrema y afirmó que 98,99 millones de personas salieron de esa situación en los últimos 8 años. Realmente, impresionante como lograron salir de la pobreza 800 millones de chinos en los últimos 20 años.
[33] A principios del siglo XXI China era la sexta economía a escala mundial pero ya desde el 2018 se convirtió en la segunda economía mundial y en el primer potencial comercial a escala mundial, con las mayores reservas de divisas, el mayor sistema de seguridad social y la mayor producción de artículos industriales.
[34] Al respecto puede consultarse: Xi Jinping: La Gobernación y administración de China (Tomo I y II).
A propósito, Xi Jinping fue elegido secretario general del Comité Central del Partido Comunista de China (PCCh) en el XVIII Congreso Nacional del PCCh, celebrado en noviembre de 2012. Seguidamente, en marzo de 2013 fue elegido presidente de la República Popular China.