Por: Carlos Valdez
“Un pueblo ignorante es un instrumento ciego de su propia destrucción”.
Libertador Simón Bolivar
El homenaje a un tricentenario de la UCV, devela el nivel de coloniaje del que está impregnada esta casa de estudios; en las sombras quedó el pensamiento bolivariano con el que se refundó a la Universidad Central de Venezuela el 24 de Junio de 1827, hace 195 años, con expresas bases jurídicas para una institucionalidad de educación superior autónoma en lo económico, para financiar sus actividades; en lo político, democratizando el gobierno universitario atándolo al voto de su comunidad y rompiendo con los cercos elitistas en las oportunidades de acceso. Fueron Bolívar y Vargas quienes dieron los primeros pasos en ¨la apertura necesaria para oxigenar una institución inmersa en el clima estamental y eclesiástico que había presidido su nacimiento y que la seguía dominando a la vuelta del siglo¨. (García Pelayo C: 2005:1).

En la actual Ley de Universidades (1970), se establece en su Artículo 2 que “Las Universidades son Instituciones al servicio de la Nación y a ellas corresponde colaborar en la orientación de la vida del país mediante su contribución doctrinaria en el esclarecimiento de los problemas nacionales.”. Y en su Artículo 4 que: “La enseñanza universitaria se inspirará en un definido espíritu de democracia, de justicia social y de solidaridad humana, y estará abierta a todas las corrientes del pensamiento universal, las cuales se expondrán y analizarán de manera rigurosamente científica.” Pero la realidad del actuar y pensar de las autoridades de esta casa de estudios, solo ha sido coherente con la lógica colonial del saber, del poder y del quehacer institucional que no reconoce en nada a los sectores populares y productivos de este país; la mentalidad de esbirro occidental con la que se ha gobernado la UCV, también es una responsable histórica, tanto de los duros años que han vivido los venezolanos, como de su propia obsolescencia.
El homenaje al tricentenario cumplido el 22 de Diciembre del 2021, celebra la facultad otorgada al Colegia Santa Rosa de Lima por Felipe V y la iglesia, para que a cambio de la propagación católica ideológica a la que estaba destinada hasta ese momento, se enseñara Teología, Derecho, Medicina y Filosofía; bajo una estructura copiada de la Universidad de Salamanca, con la función de profesionalizar a una élite capaz de mantener el status quo de la hegemonía colonial, sostén financiero de la modernidad europea mediante el saqueo de recursos extraídos y ensangrentados por las manos de nuestros pueblos.
Ante esto, lo único que podemos decir es que lamentablemente hemos tenido una Universidad que ha mantenido las mismas formas de gestionarla desde hace 300 años; en la actualida es evidente por ejemplo la exclusión y el racismo institucionalizado que se ha aplicado en carreras como Medicina, conservadora facultad conocida por aplicar filtros socio económicos a sus aspirantes para desfavorecer el acceso de quienes se han esforzado hasta el triple en comparación con los hijos de los apellidos rimbombantes provenientes del norte global; o la reunión sostenida en el 2011 entre Cecilia Arocha, autoridades como Sara Levy, Decana de la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales (FaCES), el vicerrector académico Nicolas Bianco, el vicerrector administrativo, Bernardo Méndez y la Oficina de Asuntos Públicos de la Embajada de Estados Unidos, el motivo de la entrevista se basó en la «preocupación» de las autoridades universitaria por la asignación del 30% de los cupos a bachilleres provenientes de los sectores menos favorecidos y excluidos históricamente por nuestra sociedad, el cuál es regido por la Oficina de Planificación del Sector Universitario (OPSU) del estado venezolano. Entonces, nada se parece más a aquella exclusión racial y subordinación al imperio como la del Colegio de Santa Rosa de Lima, que cumplió con el objetivo de mantener el dominio periférico de la población para tributar al centro metropolitano.
El axioma colonial sigue ahí, en una universidad obsoleta que se ha gestionado como una maquila de títulos más que como la primera universidad del país, que tiene muchos excelentes profesionales en el mundo, pero poca capacidad para aportar desde el conocimiento a la nación, a nuestro pueblo y a sí misma. Ante ello, es preciso formular la siguiente pregunta: ¿Qué sentido tiene homenajear un tricentenario de la UCV?

El de desarraigarnos de nuestra identidad y de nuestro territorio. Un ejemplo de ello es lo que Luis Britto García ha denominado el “vaciamiento de contenido nacionales”, donde hace referencia a la eliminación de cátedras como Derecho de Minas e Hidrocarburos en la facultad de Derecho; o la de Economía Petrolera en la escuela de Economía durante la década de los 90 del siglo pasado. El propósito era claro: desarraigarnos de nuestro suelo para tributar a uno ajeno. A propósito, en la Escuela de Sociología, mantenemos una trinchera sobre la Política, la Sociología y la Economía petrolera que sigue brindando sus frutos no sólo con cátedras sino también con la promoción de importantes Trabajos Especiales de Grado como requisito para optar al título de Sociólogo.
El pensamiento bolivariano quedó solo como un símbolo moldeable discursivamente a los intereses del corporativismo que hoy gobierna la Universidad. El profesor Alberto Navas Blanco quién recientemente publicó un libro sobre la historia de la UCV a propósito del tricentenario, en una entrevista para El Nacional declaró lo siguiente:
«Hoy deberíamos contar con un busto de Felipe V en la Plaza del Rectorado de la UCV, pero el presupuesto universitario actual no alcanza ni para comprar papel. En realidad, es una vergüenza que ni siquiera tenemos una estatua del Libertador Simón Bolívar, pese a que somos la verdadera Universidad Bolivariana, pues Bolívar estudió y aprobó la reforma de sus estatutos republicanos.»
Esta contradicción no puede ser más obvia, agradecer a Felipe V es reivindicar el entreguismo de una sociedad que valida un estilo de vida que se parezca al de Occidente, que consuma y piense como Occidente a cambio de nuestros recursos. Quienes hoy celebran el tricentenario, no dignifican nuestra historia y el proyecto emancipador en el que la UCV de Simón, significaba para él la piedra angular de una sociedad verdaderamente original, en la que el conocimiento se abriese hacia el interior del país para forjar un proyecto nacional independiente, soberano y autónomo.
Pero no se equivoca Neruda cuando dice que Bolívar despierta cada 100 años con el pueblo. A cinco años de la próxima celebración del bicentenario de la declaración de los estatutos para la independencia universitaria, este pueblo está despertando y basta con ver las luces que embellecen nuestro campus gracias al esfuerzo de los patriotas que la han luchado por años como los de la Comisión Presidencial de la UCV o el naciente Movimiento de Egresados Revolucionarios, que bajo el nombre de «Juntos por el Patrimonio» y a pesar de las patrañas, alcanzó una gran victoria política y moral en las últimas elecciones de egresados que tuvieron lugar el 13 de julio este 2022.
Es ahora necesario continuar el proceso constituyente que se inició desde 1999 con el Pesidente Hugo Chávez, en el que se establezca un nuevo contrato social para la Universidad que tome en cuenta a los Movimientos Sociales, al Estado y a las empresas para forjar así un proyecto nacional donde la Universidad sea un espacio real de apertura universal a diversas corrientes de pensamiento, para empujar a este país desde la aceptación epistémica de lo qué somos y asumiendo nuestra identidad latinoamericana. Basta ya de importar culturas, de desarraigos identitarios que se incentivan desde la UCV y hasta desde el gobierno mismo, quienes quizás víctimas de esa colonialidad del saber reproducen esas ideas al reivindicar el tricentenario.
La Universidad Central de Venezuela nació con Bolívar y Vargas hace 195 años para forjar una patria nueva para el campesino, el indígena y para alojar en ella todos aquellos saberes que tributen a procrear ese sistema de gobierno perfecto, generador de la “mayor suma de felicidad posible” como sentenció el Libertador en el discurso de Angostura de 1819.
Referencias:
http://ve.scielo.org/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1316-49102008000200015
“El verdadero venezolano. Mapa de la Identidad Nacional”. 2017. Luis Britto García