Por: Enrique Acosta

El 2022 ha sido un año de profundización de la violencia, el Instituto de Estudios para el Desarrollo y la Paz (Indepaz), ha arrojado datos que demuestran que las masacres en Colombia contra líderes y lideresas sociales en lugar de disminuir han aumentado, esto resulta paradójico tomando en cuenta que en el 2017 se firmó un acuerdo con la guerrilla de las FARC EP, acuerdo que pregonaba llevar la paz a los territorios más olvidados de la Colombia profunda.

Pero este fenómeno no es nuevo, no están equivocados los analistas del conflicto social y armado al decir que la constate en Colombia ha sido una espiral de violencia, históricamente a expectativas de cambios democráticos o a cortos momentos de reformas democráticas, le han seguido largos ciclos de violencia reaccionaria. 

La esencia y razón fundamental de esta violencia ha sido una constante disputa por el territorio como posibilidad de vida para las personas, pues es en el territorio donde se produce y se reproduce la vida.

Esta continuidad de las lógicas del exterminio en Colombia no responde a reacciones coyunturales de los aparatos contrainsurgentes, con respecto a un proceso de paz de un actor armado o no armado, o de un determinado sujeto político, sino más bien a una conjunción más amplia de reacción a cualquier proyecto de democratización que intente una redistribución del poder político, del poder económico y fundamentalmente a una redistribución de la tierra.

Solo por nombrar algunos ejemplos:  hace apenas unos días, un 9 de abril, Jorge Eliecer Gaitán cumplió 74 años de haber sido asesinado, el motivo de su asesinato fue impulsar un programa político que implicaba lo que él llamaba la “lucha contra la oligarquía» y la restauración moral y democrática de la República.

A partir de su asesinato se generó el mal llamado “Bogotazo” con el que se inaugura uno de los periodos más oscuros de la violencia, la llamada Violencia con Mayúscula. [1] En este periodo, solo entre los años 1946 a 1965, se producen 180.000 muertes en un país de 13 millones de habitantes.

6 años después, en 1953, el dictador Rojas Pinilla convoca a la desmovilización de las guerrillas liberales y comunista. Esta posibilidad de un periodo de paz fue traicionada por el mismo Rojas, asesinando a gran parte de los lideres de las guerrillas como Guadalupe Salcedo, Dumar Aljure o Jacobo Prias Alape (Charro negro), entre otros. Tras esta nueva traición y reacción contrainsurgente de las élites colombianas, parte de los grupos desmovilizados volvieron a la lucha armada y la guerra se recrudeció.

Muchos años más tarde, en 1985 como producto de los acuerdos de paz entre las FARC y el gobierno del presidente Belisario Betancourt, se fundó la Unión Patriótica, partido que recogió la participación de amplios sectores sociales y políticos en Colombia, con una propuesta de apertura de la democracia en Colombia. La reacción de las élites fue la aniquilación casi total de un partido.

El genocidio de la Unión Patriótica, ampliamente conocido en la historia política de la región, significó la muerte de más de 5mil militantes y es considerado como uno de los mayores crímenes de Estado contra un partido político.

Traición a los acuerdos de paz firmados con las FARC EP

Pese a esta historia el pueblo colombiano es un pueblo con una vocación de paz que ha sido traicionada desde arriba, los recientes diálogos de paz con las FARC EP, que terminaron con la firma de un acuerdo de paz bastante cuestionado no han sido distintos.

Desde el 2016, año en que se firmaron los acuerdos, hasta la fecha se han perpetrado 228 masacres, en las que han sido han sido asesinados 1327 lideres sociales y 308 excombatientes firmantes del acuerdo de paz, solo en este año se han realizado 32 masacres con 117 lideres asesinados[2].

Movilizaciones populares contra las masacres en Colombia

Estas alarmantes cifras demuestran el incumplimiento de acuerdos que no fueron solo con las FARC EP, sino con varios sectores de la vida social del país, como campesinas, mujeres, indígenas, lideres sociales, entre otros sectores que estaban comprometidas en un acuerdo de 6 puntos que debía cambiar la vida de los menos favorecidos.

Estas cifras demuestran que el Estado colombiano no es capaz de cumplir ni siquiera con la más básica de las obligaciones, garantizar la vida de sus ciudadanos y evitar el asesinato por razones políticas.

Mientras escribimos estas letras recibíamos la triste noticia de la última masacre perpetrada por el ejército colombiano en el Putumayo, en la zona rural de Puerto Leguizamo, frontera entre Colombia y Ecuador.  Fueron 11 los lideres sociales que en su alocución el presidente Iván Duque señalo de ser disidentes de la FARC EP Segunda Marquetalia.

Como mencionamos al principio de este artículo, la violencia luego de la firma del acuerdo de paz en lugar de disminuir ha aumentado, esto en gran parte debido a que la mayoría de los grupos que coparon los territorios a la salida de las FARC EP tienen un carácter contrainsurgente o son mafias que solo los guía el afán de acumulación de rentas provenientes de la economía ilegal.

Vale la pena resaltar que los procesos de copamiento de espacios anteriormente controlados por la insurgencia se han dado con mucha más fuerza en departamentos como Nariño, Putumayo y el Cauca, así como en Norte de Santander, Guajira, Arauca, todos estos departamentos fronterizos, toda vez que la frontera, por sus características, es funcional a la explotación y la comercialización de una diversidad de recursos a través de circuitos legales e ilegales.

En el portal de Indepaz se puede observar con mas detalle las masacres y las victimas desde el año 2020 al primer trimestre del 2022, también están disponibles y desglosados los municipios y  departamentos con mayor incidencia, lo que nos permite ver como son especialmente asediadas las zonas fronterizas como Nariño, Putumayo, La Guajira y Norte de Santander (Indepaz, 2022).

Proceso electoral y violencia contra el pueblo, expectativas

Las recientes elecciones en Colombia han sido marcadas por una fuerte movilización social que viene en ascenso desde 2019 y que tuvo su pico más alto en la explosión social del de abril del 2021.

La movilización ha sido acompañada de una brutal represión por parte de la policía y como hemos indicado líneas atrás, de constantes asesinatos de lideres sociales y excombatientes.

Podemos decir que al menos en parte la explosión social tuvo su expresión significativa en las urnas, pues la gente que decidió votar, votó por una propuesta de cambio frente a los partidos tradicionales diciéndole NO a la continuidad. Sin embargo, esto no quiere decir que el torrente popular se agotó en las urnas, pues en números los votos no expresaron el gran volumen de movilización del pueblo colombiano en su pico más alto del 2021.

La bancada del Pacto Histórico logró 19 curules en el senado y hasta y 25 representantes en la cámara, triunfo que no había logrado hasta el momento ninguna coalición de centro izquierda, con este numero de curules superó al partido Conservador, el partido Liberal y el Centro democrático, partidos que históricamente han hegemonizado la política en Colombia.

Sin embargo y para desgracia del pueblo colombiano, se ha mantenido la lógica por parte de las elites de profundizar la conflictividad en un momento de posibilidad de apertura democrática con un movimiento como lo es el Pacto Histórico, pues la reacción de la extrema derecha ya se está haciendo sentir.

Si analizamos las cifras expuestas por Indepaz, podemos observar el aumento de asesinatos y masacres, que en el año 2021 sumaron 96 masacres, con 338 víctimas y en el 2022 solo en el primer semestre suman 32 masacres, con 117 víctimas – corte al 08 de abril de 2022.

Esto quiere decir que si se mantiene la tendencia al terminar el año se superaría el año anterior con mucho mas de 100 víctimas. (Indepaz, 2022). Es notorio entonces que la tendencia es al aumento de los asesinatos selectivos y masacres.

En la siguiente infografía comparativa, vemos como solo en los tres primeros meses los asesinatos y masacres del 2022 superan los del 2021.

Fuente: Indepaz

En efecto, la estrategia de la derecha extrema en Colombia ante el ascenso de Gustavo Petro como posible presidente será la de generar ingobernabilidad a través de una arremetida contrainsurgente que generará un caos administrado no solo en las zonas rurales, sino también en las ciudades y que evite cualquier posibilidad de implementación de sus programas sociales.

La expectativa del pueblo colombiano está puesta en que con la llegada de Petro se pueda abrir un dialogo de toda la sociedad colombiana, en medio de una gran movilización para convocar a una constituyente que remueva las bases del aparato estatal colombiano.

Un pacto histórico expresado en una constituyente que convoque a las fuerzas insurgentes y a todo el torrente de organizaciones políticas, partidos y movimiento del pueblo colombiano para en unidad darle otra dirección a la histórica espiral de violencia y refutar el designio macondiano de que “las estirpes condenadas a cien años de soledad no tienen una segunda oportunidad sobre la tierra”.


[1] Decimos mal llamado bogotazo porque el conato insurreccional que significo este hecho generó protestas en gran parte del territorio colombiano, y en muchas ciudades se organizaron juntas revolucionarias, incluso en Barrancabermeja un puerto de la magdalena ubicada en el departamento de Norte De Santander, frontera con Venezuela, se instauro una especie de gobierno popular donde se formó una junta conformada principalmente por miembros de los sindicatos de las empresas petroleras.

2] La masacre es una de las formas en las que se expresan la degradación de la guerra y la desestimación de los combatientes de ejércitos, sean legales o ilegales  por la población civil y se considera como el asesinato intencional de 3 o más personas protegidas por el Derecho Internacional Humanitario (DIH), y en estado de indefensión, en iguales circunstancias de tiempo, modo y lugar.

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