Por: Jhosy Coronado
Iniciando este año 2022 tuvo lugar una actividad poco común en la agenda del quehacer caraqueño, dos organizaciones populares: una de Paraguay, conocida como La Frágil y otra venezolana, el Frente Cultural de Izquierda, convocaron un taller sobre Patriarcado y Masculinidades en la sede de la Universidad de las Artes en Caracas.
Regularmente los espacios para debatir sobre machismo y patriarcado son impulsados por mujeres que participan en organizaciones feministas, pero muy pocos son organizados por y para hombres, por lo que una de las primeras preguntas que se viene a la mente de cualquier persona es: ¿Cuáles son las motivaciones de algunos varones para organizar y ser parte de estos encuentros?
En este caso, la actividad estuvo facilitada por el siquiatra y antropólogo paraguayo, Agustín Barúa, hombre que, como todos los varones latinoamericanos, hemos crecido en una sociedad que nos enseñó una serie de conductas y valores que son expresión de un sistema de dominación conocido como patriarcado, en el que se subvalora todo lo que represente a la mujer o aquello que se comprende como femenino.

Él, como la mayoría de los varones presentes, a lo largo de su vida se ha visto involucrado en situaciones de violencia – incluyendo de género – siendo en ocasiones víctima y en otras victimario. Este es el común denominador entre más de 25 hombres que asistimos a la convocatoria: reconocemos situaciones de violencia en las que hemos sido partícipes y nos han marcado de una manera en la que ahora nos plantemos transitar una ruta para renunciar a los privilegios que nos dieron pie a ser agresores en ciertas circunstancias y a ser víctimas en otras.
Masculinidad tóxica: ¿Qué nos enseñan desde pequeños a los varones?
Para facilitar el proceso de reconocer aquellas situaciones en el pasado, que han marcado nuestras conductas en el presente, iniciamos el taller con una dinámica llamada Somos desde Nuestras Fragilidades, donde bajo una modalidad de meditación, desaceleramos nuestro ritmo biológico con una serie de respiraciones profundas, para entrar en un ejercicio de retrospección, que nos llevó a recordar aquellos episodios de nuestras vidas en los que evaluamos cuál es la relación que se nos enseñó a tener con la fragilidad como varones.
De esta manera muchos de los presentes identificamos relaciones violentas con padres, madres, primos, tíos, amigos y en general con personas cercanas y de mucha confianza, quienes iban inculcando en nosotros lo que se entiende como roles de género, en el que los varones debemos asumir conductas dominantes frente a otros varones y sobre todo frente a las mujeres o tendencias femeninas, a fin de reafirmar así, lo que el sistema patriarcal define como nuestra masculinidad.
Esa denominada masculinidad hegemónica se va cultivando en la familia con casos como cuando no se le permitía a los hombres entrar a la cocina, por ejemplo, hace poco publicamos sobre las tradiciones y comidas en la epoca decembrina en Venezuela, y por supuesto que la hallaca es parte universal en todas las familias venezolanas. Existen casos en los que no se les permite a los hombres entrar a la cocina – norma que además es celosamente vigilida por una mujer – por lo que su única participación en el proceso de las hallacas es limpiando hojas de plátano para elvolverlas o amarrandolas, y se hace literalmente fuera de la cocina, en otros espacios de la casa.
Así sucede con otras responsabilidades domésticas que no son consideradas trabajo, por lo que son ejecutadas sólo por las mujeres como: limpiar, atender las necesidades de los niños o niñas, incluso lavar tu propia ropa, y esto se traduce en que creces sin saber hacer estos oficios, dependiendo de alguna figura femenina para resolver tus propias necesidades.
Conozco el caso de una compañera cuyo padre vive sólo, en otro estado lejos de donde ella trabaja y vive, cada ciertos meses viaja y visita a su padre. En cada ocasión que lo visita debe hacer limpiezas profundas de la casa y espacios como la cocina o los baños, cocina en grandes cantidades para dejar comida congelada, debe hasta comprarle ropa interior o llevarlo a que se corte el cabello, y no es porque sea un hombre muy mayor, es que aprendió a ser incapaz de atender sus propias necesidades, dependiendo siempre de una mujer que primero fue su madre, luego su esposa y ahora descarga ese peso en su hija.
Así vemos que hay otro rasgo de coincidencia en muchas de las experiencia de vida compartidas el cual es: las mujeres son preservadoras y transmisoras de las costumbres machistas. La madre de este señor no quería hacer de su hijo un incapaz, ella asumió lo que a su vez había aprendido que eran sus responsabilidades, ella de ninguna manera tuvo una mala intención.
También se compartieron casos en los que cuando siendo niño fuiste víctima de alguna agresión por parte de otro niño, lo que te decían en casa era que «no te podías dejar joder», porque sino, «te jodían a tí» tu papá, tu hermano, tu tío, generalmente figuras masculinas, pero también en algunos casos mujeres de la familia.
A los varones nos enseñan a enfrentar las situaciones de violencia, con más violencia, y muchos analistas concluyen que ésta es una de las principales causas de porque son hombres la mayoría de víctimas fataltes por casusas violentas a nivel mundial; y por una diferencia abrumadora con relación a los casos de mujeres, quienes además, cuando aparecen en estas estadísticas, son mayoritariamente víctimas de hombres.
No hubo un solo caso en el que alguno de los presentes no haya vivido episodios en los que se les negara la posibilidad de asumir sus fragilidades en distintas etapas de su vida, de manera que la tendencia es a reprimir nuestras emociones, al punto de no saber interpretar en muchas circunstancias que es lo que sentimos, drenando esa frustración de la forma en las que se nos enseñó y se espera que reaccionemos, con violencia, porque se supone que así debemos ser los varones.
Este ejercicio para algunos participantes no fue fácil, hubo quien no lo completó o incluso se retiró de la sesión, como lo venimos reflexionando, a los varones no nos enseñaron a lidiar con nuestras emociones y estar en un escenario en el que debes abrirte y compartir experiencias tan íntimas con un grupo de personas que apenas estas conociendo, no es un paso que cualquier hombre pueda sentirse cómodo en un primer intento.
Para otros, encontrarse en un espacio de resonancia como éste, donde te das cuenta que otros hombres, que no conoces y con quien probablemente tengas muy pocas cosas en común, comparten en sus historias de vida situaciones similares a las que tú también has vivido, te permite entender que estamos marcados por una serie de normas y acuerdos sociales que determinaron nuestro crecimiento y formas de responder frente a las diferentes situaciones de vida, que no son sanas para nosotros ni para nuestro entorno, ya que están basadas en un ejercicio de la fuerza y la violencia como sinónimo de masculinidad y como un mecanismo para reafirmar nuestra supuesta autoridad y virilidad.

El consumo de alcohol junto a la afición por competencias deportivas también coincidieron en muchas experiencias narradas, como esas tradiciones asumidas y enseñadas como sinónimo de masculinidad, frente a las que no se permite un rechazo, sin que eso implique tu cuestionamiento por parte de familiares o personas cercanas.
Son dinámicas que testimoniaron haber vivido hombres de 40 o 50 años, pero también jóvenes de apenas 20 años de edad, por lo que vemos un sistema de valores que se ha sostenido por generaciones a partir de una férrea defensa de sus principios, donde los varones que se atrevan a cuestionarlos, entonces también van a ver cuestionada su propia masculinidad.
El patriarcado nos enseña que debemos defender nuestra masculinidad a todo riesgo, y asumir el tránsito hacia la elaboración de nuevas masculinidades implica acercarnos a prácticas que aprendimos a considerar sinónimo de debilidad, vulnerabilidad o fragilidad, es decir, construir nuevas masculinidades implica para nosotros los varones, cuestionar las bases en las que hemos fundamentado nuestra propia idea de lo que es ser un hombre, es por ello que no resulta fácil este reto de empezar a desmontar toda una carga de valores y asumir otros que aprendiste a rechazar.
Las masculinidades pueden ser múltiples y sanas
Luego de este momento de reflexión solo entre hombres, se dio paso a una actividad con la participación de mujeres en las que el facilitador Agustín Barúa, compartió una serie de categorías y conceptos que permiten interpretar el origen, evolución y consolidación del patriarcado en la sociedad humana, desde sus inicios hasta la actualidad.
Androcentrismo, misoginia, homofobia, heteronormatividad, transfobia, violencia romántica, entre otros, fueron los conceptos facilitados por el siquiatra y antropólogo paraguayo, que invitamos a investigar para poder empezar a comprender los mecanismos que operan en la sociedad occidentalizada, para la implementación de este sistema de dominación conocido como patriarcado y el machismo como una de sus expresiones.
Una situación durante esta etapa del encuentro que me parece necesaria destacar fue que en reuniones de mujeres donde discutían sobre el rol que deben asumir ellas para poder acabar con el patriarcado, recuerdo que una de las conclusiones de las compañeras era que la primera responsabilidad política que debían asumir las mujeres es hablar en público, y esta reflexión me vino de inmediato a la mente durante el taller, ya que la dinámica en esta fase se indicó que los hombres debíamos guardar silencio y solo podían tomar el derecho de palabra las mujeres, por supuesto, no faltó el caso en el que alguno de los varones quiso de igual forma intervenir.

Para finalizar la actividad y habiendo estudiado diferentes formas de violencia machista que están naturalizadas en la conducta de los varones, nos dimos una ronda de derechos de palabra en la que analizábamos algunas de esas expresiones de dominación en la que habíamos sido protagonistas en algún momento de nuestras vidas.
Resulta impactante reconocerte en el rol de agresor, nunca va a ser sencillo asumir que tus conductas, por mucho tiempo consideradas “normales”, son acciones de violencia que generan traumas en tus seres queridos y en ti mismo. Gritarle o golpear a tus hijos o hijas, es enseñarles a resolver las situaciones de conflicto con violencia, si eso aprenden, así también se relacionarán contigo y con sus demás seres queridos.
Es muy probable que diferentes situaciones de vida nos coloquen a los varones frente a estas reflexiones, evadirlas y continuar el ciclo de violencia o detenerte y asumir un proceso reflexivo que cuestione tu propia masculinidad, es una decisión que debemos tomar los varones y seremos más los que apostaremos por una alternativa en la medida que tomemos conciencia de cómo nos afecta a nosotros también el sistema de privilegios que sostiene al patriarcado.
Porque esos privilegios vienen con compromisos que de no cumplirlos también se cuestiona tu hombría, según la división de roles por género es el varón de la casa quien debe proveer todo lo material que se necesite, pero en el contexto social latinoamericano actual ¿Cuántos hombre tienen la capacidad de garantizar todas las necesidades materiales de un hogar?; y ¿Cómo reacciona un hombre que no puede proveer a su familia de las cosas que necesita y se siente frustrado?
En la medida que se vaya masificando este debate, más hombres podemos ir tomando conciencia de que el machismo no afecta sólo a las mujeres sino a toda la sociedad, de modo que es necesario promover unas formas de relacionamiento justas, equitativas, igualitarias, donde no se repriman las emociones, no se comprenda la sensibilidad y la fragilidad como sinónimo de debilidad.
Como mencione al inicio del escrito, este tipo de actividades no son muy comunes en Caracas, y a pesar de haber sido los primeros días de enero, cuando las dinámicas laborales y académicas están recién arrancando, asistieron más de 25 hombres a la convocatoria, lo que es un indicador de que hay un interés en la población masculina por espacios que permitan asumirte fragil, vulnerable, a sentir miedo frente a una realidad compleja, sin que eso se traduzca en cuestionamientos a tu condición de hombre.
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