Por: Tiuna Korchagüin
La representación de atletas identificados abiertamente como LGTBI en las olimpiadas, fue sin duda un hecho sin precedentes en la historia Olímpica y en la del mundo sexo diverso. La gran mayoría de estos atletas, quienes gozaron de una mayor difusión y protagonismo mediático, pertenecen a países potencialmente ricos y capitalistas como USA, Canadá, Reino Unido, Holanda, entre otros.
Pareciera digno de celebrar esta participación de la comunidad LGTBI en las olimpiadas, ya que reivindica el derecho de las personas con esas identidades de género a ser reconocidas en lo deportivo, pero hasta ahí. El problema está cuando ponemos la lupa del juicio en el elitismo social por el que pasa ese reconocimiento a la sexo diversidad.
Es necesario hacernos la siguiente pregunta: ¿Porqué los países capitalistas, caracterizados por la represión homofóbica hoy “le otorga tarima” al “orgullo gay” de los países del norte de manera masiva en un evento internacional como son las olimpiadas?
Los atletas LGTBI del norte no representan a los que “no tienen nada”.
Pues, eso que las generaciones jóvenes de Canadá y USA interpretan como “Orgullo Gay”, y que difunden como cultura global, está muy lejos de parecerse a lo que representaba como símbolo-consigna para la generación de Stonewall, esa a quien la salida del closet, fue cobrada por el brazo patriarcal del capitalismo con cárcel, exclusión socio familiar, económica y hasta con la vida misma en infinidades de casos.
La fotografía de los homosexuales que protagonizaron la revuelta de Stonewall en 1969, muestra a latinos, negros, blancos y asiáticos viviendo sus días sin saber donde dormir, “ratas de la calle” que “no tenían nada, solo juventud”. Y fueron justamente las consecuencias de esa violenta exclusión, la que llevó a esas sociedades a poner la mirada sobre los problemas de la comunidad LGTBI.
Con el tiempo la ley de vagos y maleantes fue derogada, debido a la violencia que generaba la resistencia, también de los movimientos hippies, afroamericanos, trabajadores, etc. Los homosexuales empezaban a salir de la vida oculta.
De igual forma con el argumento legal de “comportamiento escandaloso” usado para penalizar principalmente a los travestis por sus características afeminadas, o el repunte de muertes ocasionadas por enfermedades de transmisión sexual, como consecuencia de la discriminación médica hacia las personas sexualmente diversas, fueron regulaciones inevitables de la sociedad capitalista estadounidense.
Poco a poco estos sujetos pudieron reintegrarse a la sociedad hasta el punto en el que estamos hoy, donde ser gay es normal y está aceptado, pero solo para una parte de esa comunidad. Para aquella que tiene la capacidad económica como la canadiense Quinn para tratar médicamente su identidad de género y mantener una vida deportiva, pasando por el Sky, Hockey y el Fútbol.
Pero si ponemos la mirada en la comunidad LGTBI pobre, en esos “que no tienen nada” como los de latinoamérica, vemos que más del 90% de los asesinatos por crímenes de odio contra la sexo diversidad, han ocurrido en esta región entre el 2008 y 2020; región caracterizada por un subdesarrollo humano miserable, como lugar de existencia impuesto y funcional para el imperialismo elitista de los países euro centrados.
Blanqueamiento del “capitalismo rosa” con atletas LGTBI
Los eventos deportivos a escala internacional como las olimpiadas, son otro terreno del juego pgeoolítico, es una guerra fría entre las naciones donde alcanzar mayores resultados que el oponente es el objetivo.
El mensaje político que dieron E.E. U.U, Canadá y Europa con esta representación mayoritaria de atletas LGTBI, es que sus sociedades son inclusivas, abiertas y tolerantes al homosexualismo, dónde sus representantes políticos y principales empresas alzan la bandera del orgullo y lanzan productos con colores del arco iris al mercado para «incentivar el apoyo a los derechos» de LGTBI.
Es eso lo que entendemos como “capitalismo rosa”: la adopción de símbolos del orgullo gay y del discurso anti homofóbico para hacer de ello una mercancía. La lógica del “capitalismo rosa” es la misma que, hizo pasar al Che Guevara de un guerrillero frontal al imperialismo, a una camisa con su cara estampada y exhibida para la venta.
Pero como hemos dicho, el capitalismo rosa está hecho a la medida de la “sexo diversidad acomodada” de los países del norte, aquella profesionalizada, que gracias al desarrollo de la tecnología industrial no concibe en su estilo de vida, reproducirse a través de la familia tradicional como forma de garantizar la propiedad.
De la filosofía de no tener hijos, resulta un sector potencialmente consumidor como es el de LGTBI, esa es la grieta por la cuál el capitalismo logra difuminar los motivos originarios de la bandera del “Orgullo Gay” del Movimiento de Stonewall, para hacer de esos símbolos un mercado.
Estamos hablando de un mercado que movió en el 2018 US $3,6 billones a nivel mundial, cantidad equiparable con el PIB de Alemania. Un mercado que funciona como aislante despolitizador de las lucha antisistémica vinculadas al LGBTI como es la del cese de la discriminación racial.
Siendo además el “capitalismo rosa” una influencia global, la élites sociales del mundo se frotan las manos al saber que el mercado LGTBI es doblemente provechoso para ellos:
Por un lado, favorece el crecimiento económico generado por las ganancias de sus empresas por ende, la lógica de explotación y, por el otro, se ahorra costos de seguridad social que implican los procesos reproductivos como la salud del embarazo y del infante.
A su vez, el capitalismo rosado funciona como medida para regular la cantidad de personas en el mundo, lo que significa menos bocas que alimentar y más ganancias para acumular y consumir.
A pesar de que también funciona como un vehículo para sembrar conciencia sobre los derechos a ser sexo diverso. Es esto lo que se intenta blanquear con la puesta en escena de esas representaciones high de LGTBI en las olimpiadas, por parte de los países potencialmente ricos.
Y pudiéramos decir, que es también el intento por blanquear el logro conseguido y doblemente merecido de Yulimar Rojas por ejemplo, la “negrita” de origen pobre, latina y lesbiana que se coronó con un récord mundial como la reina del salto triple en las narices de Occidente, que ciertamente, no es reconocida ni “vendida” por el “capitalismo rosa”, porque no entra en su Target de consumidores.
Así que no te dejes engañar, el capitalismo no te está reivindicando, ¡te está usando!
Referencias:
https://www.es.amnesty.org/en-que-estamos/blog/historia/articulo/asesinatos-colectivo-lgbti/