Por: Stanley Díaz

La vida nocturna de Caracas desde el siglo XX se ha movido entre las aguas del negocio de la carne y el placer; la cultura del burdel y el night-club está arraigada en el cosmopolitismo caraqueño.

Clubes tan icónicos como el Pasapoga y el Pez que fuma han sido motivo de reseña y crónicas en historias sobre la ciudad de Caracas. Así como estos, decenas de este tipo de locales existen y sus locaciones son secreto a voces.

Muchos pensarán que en estos actuales tiempos de pandemia en el siglo XXI la vida nocturna como era antes ya no existe; pero en realidad ha cambiado.

Después de caerse a palos y cuando es medianoche, es la hora ideal para la visita a estos lugares. «Abren los fines de semana», me comenta el pana que sabe y me está invitando.

Entras con el carro por el estacionamiento de un viejo pero conocido centro comercial de Chacao, en la entrada te revisan y establecen el protocolo de bioseguridad respectivo, se debe tener tapabocas y te limpian las manos con gel antibacterial.

Al entrar estás ante un espectáculo como de película, un ambiente estilo discoteca europea, mujeres topless haciendo pole dance y muchas otras más en lencerías y ropas llamativas diseminadas por el lugar.

Créanme que me sorprendí mucho de saber que en plena pandemia sitios así estuvieran activos. Escogimos una mesa para sentarnos y se nos acercaron varias mujeres para compartir un trago con nosotros mientras charlabamos. Su objetivo: convencernos para pasar un rato con ellas en las habitaciones.

Cuando llegamos al local conté más de 100 mujeres, son pocos los clientes que llegan en una noche y existe mucha competencia de atención de las mujeres con los hombres que llegan.

Ir a estos sitios actualmente son lujos que el común caraqueño no puede darse, solo por estar dentro del local nada más se debe comprar un servicio de ron con denominación de origen que ronda los $50.

Conversar con las prostitutas tiene su precio también, ellas después de un ratico piden un trago de propina y este vale $5. Si te gusta alguna y quieres pasar un rato íntimo, sale más de $50. Muchas de las mujeres cuadran a sus clientes para citas posteriores cuando termina su horario laboral, pero en cambio los proxenetas ejercen una vigilancia férrea sobre ellas; las multan con $200 si las mismas recogen clientes en las inmediaciones del club.

Estos sitios tienen también vigilancia policial, es común ver a algunos oficiales rondar por el club una vez es la hora de cerrar; a decir verdad, debería ser una actividad ilegal, pero hay un acuerdo tácito que mantiene a este tipo de locales funcionando.

Saliendo del estacionamiento, el amigo que andaba de chofer choca contra un «mojón» que está frente al local; los vigilantes del club salen y reclaman el pago por este daño la absurda cifra de $1 mil. Ni corto ni perezoso, alegué que podíamos pagarlo o pasar toda la mañana ahí discutiendo, pero de seguro alguien del gobierno vendría luego a hacer una requisa; acto seguido nos dejaron irnos sin discutir ni pagar nada.

Al parecer el negocio de los night-clubs en pandemia es un secreto a voces, no les conviene incomodar a nadie, cualquier reclamo o denuncia pública es fatal.

Desde La Chuleta nos mantenemos constantemente saliendo a la calle para traerte la mejor información sobre la vida nocturna urbana de Caracas de Venezuela. Si quieres conocer más sobre la movida, te invitamos a que visites nuestro portal web.

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