Por: Diego Cantoná
Pistorius jamás supo que era caminar sobre piernas humanas, pero la magia de la tecno ciencia lo hizo el hombre más rápido del mundo. A pesar de que su condición nunca se paró en artículos, participaba desde chamo en competencias deportivas como uno más; años después y gracias a unas piernas protésicas más robóticas que humanas, se llevaría de Londres a su casa una medalla de plata olímpica más unos cuantos verdes.
En la experiencia virtual del aficionado que brinda LG, en la cámara hiperbárica que hace a Cr7 tener más resistencia que el resto, o en los zapatos mágicos de la Nike, se refleja el discurso capitalista del progreso: la ciencia y la tecnología como recurso para tomar ventaja sobre el resto y poder ganar.
Es por eso que en medio de las discusiones triviales de la cotidianidad, esta cuestión no se aborda desde una discusión crítica. El debate cotidiano en torno a lo deportivo gira en el «quién es el mejor y quién no» y no en el «quien tiene la mejor inversión tecnológica y quien no».
Una desigualdad de innovaciones se asoma en el deporte, como oda a la sociedad contemporánea: sacar la ventaja sobre el otro es normal porque ganar es una necesidad social. Competir en la chamba o en la uni es producto de una cultura individualista, escondida detrás del discurso liberal de los derechos del hombre para justificar una matanza de la moral, por un modo de vida cool que no tiene cupo para casi nadie.
Como se piensa en la economía industrial, para las élites deportivas, no tiene sentido querer ganar una competición de talla mundial sin innovación tecnológica que potencie la capacidad humana a un nivel mayor al promedio.
Razones económicas tiene entonces Bill Gates para alegrarse por un triunfo del Real Madrid; la tecnología de Microsoft, se la pone bombita al entrenador para decidir quien sale a la cancha y en qué posición. A través de esta herramienta de las ciencias sociales, se analizan datos estadísticos sobre el estado físico del equipo, disminuyendo el riesgo de perder en el terreno por una decisión técnica sesgada.
Con herramientas similares cuentan los mejores del mundo, el Barsa mide que tan calidosa es la decisión de un jugador en una situación real para llegar al gol; el Munich, analiza las tendencias de juego del oponente y así puede anticiparlo. Y como se sabe, si ganan los once en cancha, gana su padrino tecnológico en el mercado.
Ojo que no es una crítica a los avances innovadores, sino, primero a su uso como un instrumento para tomar ventaja, poniendo a la igualdad de condiciones como fundamento deportivo en entre dicho. Y segundo a la tendencia de trans humanizar el deporte por afán de ganar.
Es decir, ¿no es dopaje tecnológico cuando cr7 se mete en un aparato que solo él posee? ¿Es el deporte solo una actividad física y mental del ser humano o es también de las máquinas? ¿se justifica lo anterior con los beneficios económicos que implica ganar?.
Son poderes transnacionales compitiendo en el mercado tecnológico. El deporte ya no es una mera actividad humana que suponía competir por amor al lugar que se representa, es una disputa entre laboratorios tecno científicos que producen conocimientos y tecnologías aplicadas, aumentando las posibilidad de ganar a la vez que los ceros en su cuenta.